domingo, 1 de septiembre de 2019

ENTREVISTA A ORNELLA SIMONETTO


Foto de Gabi Ferreira
                                      

Ornella Simonetto (Santa Fe, 1998) es una apasionada e incansable habitante de tangos. Quizá el día que decidió dejarlo todo y venirse a vivir a Buenos Aires, casi sin dinero, ya le iba rondando por dentro esa letra profunda de Discépolo cuyo mensaje apunta directamente al corazón “Uno busca lleno de esperanzas el camino que sus sueños prometieron a sus ansias…” Y  en esa  hermosa lucha de proponerse cumplir sus sueños hace un año, se ha ido convirtiendo, milonga tras milonga, vida tras aprendizaje, paso a paso, en esa famosa sacerdotisa de tango que conoce profundamente el secreto de los abrazos. Ella sabe ahora que allí radica la magia, que esos brazos que te acogen y comparten la autenticidad y la emoción son el motivo que explica, sin palabras, por qué ella baila tango. Distinta según el hombre que la invita en cada tanda, pero única en las elecciones de su baile, quiere ser real, sin traición, con pisada segura, densa, típica del tango de antaño y del folclore que ama. Mas no es Ornella solo de quedarse en esa raíz... curiosa de todo, investigando, investigando… de tanto en tanto airea como un pañuelo de zamba esa otra parte más liviana, elegante, seductora de la locura y del ideal. ¿Cómo ser una misma y ser uno solo en un abrazo?¿Cómo ser un único cuerpo bailando, disfrutando? Una, dos y mil y una noche se lo pregunta con el cuerpo, porque ese es el mejor  momento del día para vivir, sentir y amar su baile. Los sueños de la razón producen tangos.




¿Cómo definiría Ornella Simoneto su forma de bailar tango?

Ahora mismo estoy en la búsqueda de mi estilo de baile. Lo único que quiero es sentir un abrazo verdadero, sea con quien sea, porque donde bailo mayormente es en la milonga y quiero ser yo misma con cualquier bailarín, por más que este me exija más pasos, más musicalidad o más conexión. Deseo poder seguirlos a todos y bailarles cada movimiento o cada pausa que propongan.

¿Cuál sería tu estilo auténtico?

Cualquier cosa que sea de verdad. Yo bailo con muchas personas en la milonga y me puedo adaptar a todas. A veces me encuentro con alguien que tiene un estilo más tradicional y milonguero, y en otras ocasiones, bailo con hombres con un estilo más revolucionario. También bailo con mujeres, no tengo problema, de las dos formas disfruto. Lo que sí sé es que quiero construir mi tango y mi estilo con alguien más, en pareja.

Explícanos cómo fue tu primer encuentro con el tango...

Yo había tomado clases de tango en la academia de baile donde estudiaba, pero pasó como si nada. Más tarde me incorporé a un ballet importante que hacía giras, el “Yapeyou”. Con esta compañía bailábamos en diferentes países de Latinoamérica. Y como éramos argentinos, siempre que acabábamos nuestras actuaciones nos pedían un tango. Nosotros solamente sabíamos bailar folclore y, un día, ya cansados, nos dijimos "Hay que hacer algo de tango". Y nos pusimos a ver vídeos y empezamos a sacar pasos. Terminamos haciendo la coreografía de "La Cumparsita" y quedó muy buena. Yo me creía que bailaba realmente tango, aunque mis ochos eran horribles y caminaba como si fuese un desfile. Mi mamá, que era milonguera, no paraba de decirme  todo el rato "Eso no es tango". Y yo me enojaba con ella y le decía "Eso me lo decís porque sós una envidiosa".



¿Y cuándo empezaste entonces a entender de qué iba?

Más tarde entró en nuestro grupo de folclore un chico que bailaba tango. Él nos propuso ir a una milonga gratis que conocía. Era un ambiente muy hippie, la gente iba allá con zapatillas, con jeans… Nosotros solo íbamos para hacer algo diferente después del ensayo. Poco a poco me empezaron a sacar los viejitos, porque me hice habitual... hasta que un día me sacó un chico que sabía más que el resto. Me propuso tomar clases con él y su pareja y nos hablaba de D'Arienzo, de Pugliese, De Angelis... Yo no tenía ni idea de lo que comentaba, pensé que aquello no era para mí, así que abandoné las clases, pero seguí asistiendo a las milongas.

¿Tuviste algún momento especial que te marcase y que te animase a profundizar en la esencia del tango?

Mi primer encuentro zarpado con el tango fue en una preliminar que fui a ver en Santa Fe. Los Totis fueron a dar clases en ese evento. Ellos me acomodaron y me enseñaron a no mover la cadera. Me elegían todo el tiempo para corregirme y noté una atención especial. Eso me animó. Dos años más tarde fui a otro festival en Rosario. Allí fui a parar a las clases de Noelia Hurtado y Carlitos Espinosa, de Roxana Suárez y Sebastián Achával, junto con otras parejas. Coincidió además que, en esas fechas, era mi aniversario y, tuve la excusa de hablar con los profesores mientras repartía la torta. También Roxana y Sebastián me corregían más que a los demás. Luego Sebastián me sacó a bailar y me dijo que iban a estar diez días más en Buenos Aires dando clases. Entonces me enloquecí y, cuando llegué a Santa Fe, empecé a decirles a todos que me regalasen plata para mi cumpleaños porque quería tomar esas clases.

Y siendo como sos, conseguiste el dinero y las clases…

Sí, y aproveché  también esos días en Buenos Aires para bailar mucho, tanto, que llegó un momento en que no me daban más los pies por culpa de los zapatos desgastados. Tuve que decirle a un chico que me invitó a bailar que no podía por ese motivo. Y no sé dónde estaba sentada Roxana Suárez, pero escuchó nuestra conversación sobre que no podía comprarme unos zapatos nuevos porque entonces no tendría plata para el viaje de regreso. A la noche siguiente, ella se me acercó y me invitó a su estudio para regalarme dos pares de zapatos. Fue así como me dije: "Si una grosa del tango me regaló dos pares de zapatos, yo tengo que seguir bailando".



Y un tiempo después decidiste venir a vivir definitivamente a Buenos Aires para seguir bailando… 
Cuando llegaste acá, ¿fuiste en busca de algún profesor específico para recibir clases?

Yo creo que mi mejor profesor es la milonga y todos los chicos que me sacaron a bailar. Ellos siempre me comentaron cosas del estilo “qué buen abrazo”, “probá esto”, “qué buena pisada” o “deja de adornar”... Al principio llegué sin plata, sin trabajo, iba a  trabajar a Caminito ocho horas y después iba a la milonga unas ocho horas más, porque vivía las milongas de tarde, noche… No tenía tiempo de tomar clases y tampoco sabía con quién. Tampoco era de mirar videos. Más tarde, cuando me fui a trabajar al estudio de Mario Morales, comencé a asistir a sus clases grupales de musicalidad.

Así que no podrías concretar algún profesor que te haya marcado profundamente en este baile…

Hace poco fui a una clase de Ricky Barrios. Estuve un mes y me enseñó la lógica del tango. Una de las frases con las que me quedé es que "la génesis del tango es el abrazo". Entonces es como que todo lo que aprendí este mes lo quiero reproducir de por vida.

Leí también que durante un tiempo tú tuviste tu propia academia de baile. ¿Podrías explicarnos cómo surgió la iniciativa de abrir esta academia?

Un año antes de recibirme, cuando tenía 16 años, yo quería tener mi plata para salir y ser más independiente. Entonces mi mamá me puso una academia  de baile en una antigua casa que tenían mis papás cuando estaban casados. Ella sacó las paredes del medio, hizo un espacio grande y le puso unos espejos. Era un espacio humilde, pero quedó bien. Y como en el barrio todo el mundo me vio bailar desde los cuatro años, cuando abrí la academia, enseguida las vecinas mandaron a sus hijas y a sus nietas.

¿Y qué nombre le pusiste?

La llamé "Brisé", es un paso de danza, un salto muy difícil y chiquitito. Me gustaba mucho cómo sonaba esa palabra.

¿Qué enseñabas allá?

Empecé con danza clásica, que era lo que más había estudiado. Tenía niñas de tres o cuatro años, las más chiquitas, y de doce la más grande, aunque ya en mi último año en la academia tenía alumnas mayores que yo. Eran aproximadamente diez alumnas por grupo. Trabajaba unas seis horas por día y había configurado unos horarios por niveles. Con el tiempo comencé a enseñar jazz, expresión corporal, danza contemporánea y folclore.


¿A qué se debió ese cambio ?

Cuando yo estudiaba danza clásica me aburría al principio y no quería ir, y cuando vi que mis alumnitas estaban pasando por la misma experiencia que yo me dije que no quería eso para ellas.Di mi última clase en esa academia una semana antes de venirme a Buenos Aires en el 2018. Íbamos a diferentes encuentros cuando otras academias nos invitaban y teníamos también nuestro propio espectáculo.
  
Después de haber sido alumna y profesora ¿qué contemplas como fundamental en la docencia del tango?

El disfrute. Yo creo que todos los que caímos en las primeras clases del tango necesitábamos encontrarnos vinculados con un grupo, con personas, con un contacto físico, con la música, con una nueva forma de comunicación, con otra forma de sociedad… o con el arte mismo, ese arte popular, que puede hacer cualquiera, ese arte de bailar y de disfrutar.
Y para los ya avanzados  está el disfrute de superarse, de saberse más capaces de lo que se creían, el tener motivos para seguir aprendiendo, por más que cueste alguna parte del proceso. Yo creo que en cada clase debemos llevarnos una reflexión, tanto el que enseña como el que aprende.

Como profesora ¿Qué le recomendarías a un alumno para mejorar su baile?

Ahora trato de hacer de conductora muchas veces y me cuesta un montón… cometo todos los errores que detesto que me hagan. Al líder le diría que lo principal es pensar en el disfrute, que no es cuestión de pensar solo en marcas, sino de sentir y divertirse también, que debe pensar el baile como algo social para transmitir eso cuando bailás. No sé cómo harán los hombres para marcar tantos pasos difíciles, todavía no pude investigar en eso. Y a las mujeres les sugeriría que fuesen sutiles, ser de verdad, que puedan hacer cada paso y pisada con decisión y seguridad, que no se dejen solamente llevar para atrás o hacer un ocho, que puedan sentir cada parte del cuerpo del hombre, cada parte de la música y que seleccionen qué van a pisar, cómo van a hacer las cosas, porque eso es parte de ser independiente. Las mujeres deben seguir en todo, pero al mismo tiempo pueden elegir cómo lo van a hacer.

Y a un maestro ¿qué sugerencia le harías?

Que le busque el lado para que parezca fácil lo que enseña, porque el tango al final es un baile social, que por más que sea una barrida o una sacada complicada o enroscada hay que buscarle la vuelta para que la explicación sea entendible y que los alumnos puedan disfrutar.

Y fuera del ámbito de la docencia, ¿cuáles son  o han sido los ídolos de Ornella? Esos que te impulsan a continuar luchando cuando algo va mal…

Una de mis máximas referentes es una profesora que tuve de didáctica, Mariu Stringhini, que es la que me dio el sentido de la pasión. De ella aprendí que si te gusta algo, andá hasta el fondo, y hacelo, y, si querés saber algo, investigá, investigá, investigá… hasta que lo encuentres. Fue la primera persona que me hizo concentrarme en lo que quería, porque antes estudiaba porque tenía que hacerlo... pero después de Mariu me volví apasionada por lo que quiero.

¿Y tienes algún bailarín o bailarina de tango que admires?

Hay una pareja que me encanta, que es la de Marcela Durán y Gavito. Sé que algún día quiero bailar así. En el escenario eran ellos, como si no fuese una actuación, salían a bailar y no les importaba nada más a ninguno de los dos. 

¿Y bailarines de ahora?

Tengo una admiración grande por Krishna Olmedo, como persona tanguera, como milonguero, como hacedor cultural, como bailarín...


Debido a tu edad, eres una milonguera que forma parte de una nueva generación, podrías explicarnos qué diferencias percibes tú entre los jóvenes y el "viejo milonguero".

Bueno, con esas palabras ya estás afirmando mucho, "viejo milonguero" me suena a hombre, que generalmente son los más recordados de las épocas pasadas. Ese que hacía tal paso, o caminaba de tal forma, o tenía tal estilo propio, o giraba de tal manera… Hoy en día se les tiene mucho respeto y reconocimiento, porque tal vez el baile trataba mucho de ellos. Y las viejas milongueras, por su parte, los acompañaban o los seguían. Por los vídeos que vi, el que más se lucía en la pareja generalmente era el hombre.
Ahora, en cambio, ya se habla de una nueva generación, de una camada de lucha gente, sin distinción de género ni de estilo ni de forma… ¡es que somos tantos! Creo que los docentes tuvieron mucho que ver con esto. "El tango nuevo", "el tango milonguero", "el tango salón" "y el campeonato mundial de tango" todos esos títulos creo que abarcan la nueva generación, esta que trata de innovar, de encontrar mayor comodidad, de buscar una lógica, de desarrollar una técnica... Antes había pocos viejos milongueros, y solamente en Buenos Aires. Ahora hay mucha gente que no solo es milonguera, sino que son bailarines, o profesores, organizadores, maestros, o gente que va a maratones o festivales de tango alrededor de todo el mundo. Somos una generación gigante con muchas ideas, muchos escenarios, mucha técnica, mucha inversión de dinero, muchas clases, mucho aprendizaje y mucha enseñanza.

Un aspecto también frecuente en la actualidad es que el milonguero quiera hacer del tango su profesión. Vos sos milonguera y además querés dedicarte profesionalmente al tango ¿Cómo ligas ambas facetas?¿Las percibís como distintas o están relacionadas?

Creo que la Ornella milonguera de hoy es la verdadera. Elijo con quién bailar, cuándo, cómo, qué orquesta, cómo me van a cabecear, cómo voy yo a cabecear… Y no me importan lo que piensen los demás, me entrego por completo a un abrazo y me olvido de todo. En cambio, la Ornella de la exhibición tiene un poco de la Ornella milonguera, pero también tiene ese gusto que da bailar para un público, saber que te están mirando y que podés agrandar más tu expresión. No se puede quedar sólo en un abrazo de pareja, hay que tratar de que llegue a todos los que te miran.

Cuando seleccionas la música que vas a bailar y las coreografías, ¿te centrás más en cómo lo van a percibir los demás  o  en cómo lo sentís vos?

No, siempre intento ser yo, pero creo que cuando se baila para un público hay que meter a este público adentro de lo que estás haciendo. Por otro lado, la selección  de la música depende también del compañero con el que bailo. Tuve varios compañeros para hacer exhibición y no con todos se puede bailar lo mismo.

¿Qué debe de tener un hombre para que tengas ganas de cabecearlo y bailar con él?

Lo principal es que yo vea que ese hombre está haciendo disfrutar a una mujer en la milonga. No me importa su postura, la ropa, sus códigos o el tipo de abrazo... lo primordial es que vea a la mujer con la que baila feliz en esa tanda.

Vos viajaste al exterior y en alguna ocasión te escuché decir que el tango es algo muy argentino. ¿Podrías explicarnos brevemente cómo concibes esa argentinidad en este baile?

Creo que el tango más que argentino es porteño. Y cualquiera que venga a vivir a Buenos Aires por un largo tiempo para sentir de verdad este baile y vivirlo puede adueñarse de él.


¿Cómo definirías entonces a ese porteño que representa al tango?

Egocéntrico, creído, individualista, el rey... un tipo como Gardel: bien parado, engominado, con una sonrisa perfecta, galán... y las mujeres porteñas serían de ese tipo que las ves paradas y te preguntás "Esa mujer ¿Quién es?" Tuve esa impresión al llegar a Buenos Aires con Noelia Hurtado. La vi por primera vez en La Viruta, yo no sabía quién era, no bailó en toda la noche, pero la vi parada tomando un trago al lado de la barra,  y tenía una actitud de acá. No podía parar de preguntarme "¿Quién es?"

¿Ser porteño es algo solamente de una zona o pensás que con el tiempo gente de afuera puede sentir también esa “porteñidad”?

Quizá también es cómo te vas metiendo el tango por las venas, porque cuando recién empezás, aunque seas porteño, no parecés tanguero. Eso se va adquiriendo de a poco.

Después de haber viajado a diferentes países ¿qué diferencias encontrás entre el tango de Buenos Aires y el del resto del mundo?

En Italia vi mucho tango en diferentes mujeres, y sus abrazos son lindos. En Turquía también había buen nivel de baile y encontré mucho sentimiento. Lo que destacaría como distinto sería lo siguiente: en otros países la gente que va a la milonga quiere bailar todas las tandas. Y entiendo esa actitud, porque a mí en Santa Fe también me pasaba. Por más que no había con quién bailar y que no la pasaba bien, iba a las milongas y lo bailaba todo. Hay que tener en cuenta que en algunos lugares del mundo hay milonga una o dos veces por semana, y hay que aprovechar al máximo. En cambio, acá en Buenos Aires, cuando se te hace habitual salir cada noche de milonga, y siempre coincides con la misma gente y te encontrás con viejos milongueros y profesores... empezás a apreciar una energía que te hace ubicarte y te invita a quedarte sentadita y tranquila. Acá ya no quieres dejar todo lo que tenés en todas las tandas ni compartir todos los tangos con todo el mundo. Yo, por ejemplo, ahora elijo. Me digo "Voy a bailar tal orquesta con tal milonguero". Y tal vez estabas esperando esa tanda, pero esa noche no se dio. Entonces te decís "Otra noche será...", y te quedás tranquila porque al día siguiente volvés.
  
Estuviste estudiando durante muchos años danzas folclóricas ¿crees que existe algún vínculo entre esas danzas y el tango?

Creo que la tierra es algo que identifica mucho a los argentinos, esto de pisar fuerte. El folclore tiene eso: todos los gauchos y hasta las paisanas pisaban el piso cuando bailaban, nunca estaban en los aires y ahí, pensándolo, como que las viejas milongueras y bailarinas de escenario pisaban con densidad también el piso… en cambio, cuando hay mucha técnica clásica, se tiende a levantar mucho las piernas -que está espectacular, me encanta también- pero creo que a esos bailarines les falta ese tango que es de pisar.

¿Y en cuanto a los temas, las letras... encontrás alguna similitud?

En el folclore del interior las letras eran de amor, románticas, hablaban de cortejo. El hombre buscaba a la mujer  del campo,  la buscaba, la buscaba, la buscaba... y la mujer se hacía de rogar, era una conquista. Por eso además las danzas folclóricas argentinas son circulares, como si se tratase de una persecución.  En el  tango, en cambio, yo creo que ya está todo hecho, ya hay pasión, ya hay contacto y luego se llora, porque la mujer o el hombre se fue o porque pasó algo trágico que ya pertenece al pasado. En la danza folclórica hay un amor ilusionado. En la zamba por ejemplo, los bailarines ni siquiera se pueden rozar la piel cuando mueven el pañuelo, y en el tango, por el contrario, ya está todo dicho y hay furia y despedida, además de ser importante el contacto entre los dos cuerpos.


¿Cómo se imagina Ornella Simonetto dentro del futuro del tango?

El otro día tuve el placer de hablar con Facundo Piñeiro sobre ese tema. Según él, el tango tiene etapas y estas cambian aproximadamente cada siete años. Comentaba que en los noventa tuvo lugar el tango de verdad, después vino el tango nuevo, que era la búsqueda de la técnica y de la forma, y ahora vivimos el tango del campeonato mundial. Yo creo que lo que se viene es un tango de revolución con cambio de roles. Se va a perder en parte el romanticismo, la pareja, el amor, el hecho de que un hombre vaya a sacar a una mujer y que esta, discretamente, le diga que sí y se abracen lentamente en la pista... Me imagino que todo va a pasar a ser más orgánico, del momento, donde las mujeres se empoderen. Creo que el tango va a estar preparado para ser más simple. Las mujeres podrán conducir y los hombres se dejarán llevar sin problemas. Será un baile más natural y propio de la época y lo que acontece en el mundo, creo... lo cual no quiere decir que sea lo que más me agrade.

Quisiera acabar esta entrevista con un autorretrato milonguero de respuestas breves.
¿Podrías decirnos…?

Un tango: "Fuimos"
Un bailarín: el peque Barrionuevo
Una bailarina: Vanina Bilous
Una orquesta: la de Carlos Di Sarli
Un momento para bailar: todos, la noche, la milonga...
Un compañero ideal de baile: ¡ay!, no sé, tal vez Juan Diego…
Una sensación cuando bailas: gratitud
Un consejo para tus compañeros de milonga: que sean ellos mismos, que disfruten, que se relajen, que sea algo social como ir a bailar una cumbia.
Lo mejor del tango: los abrazos
Un sacrificio que hiciste por el tango: dejar que afecte a mi personalidad.
Tu mayor satisfacción en este baile: el verme cada vez más fuerte.
Una persona que te marcó: aunque no está relacionada con el tango, esa persona es mi profesora de didáctica Mariu Stringhini, me marcó para ser una apasionada del aprendizaje.
Una persona a la que le des las gracias: Paula Corral, por quererme como soy, real.
Un momento desagradable: comentarios y acciones desubicadas de algunos viejos milongueros.q
El último tango lo bailarías con...: Krishna Olmedo, aunque sería motivo para uno más.
El tango que es 100% Ornella: "La mentirosa" de Osvaldo Pugliese.






4 comentarios:

  1. Mi querida ahijada! Sos un ángel en la pista!... sos un ángel en la vida! Te amo!💜🌹😙... te felicito!!... te abrazo con el alma a la distancia!!... hermosa entrevista!👏👏👏

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  2. Mi querida ahijada! Sos un ángel en la pista!... sos un ángel en la vida! Te amo!💜🌹😙... te felicito!!... te abrazo con el alma a la distancia!!... hermosa entrevista!👏👏👏

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  3. Qué hermosamente cierto lo que dice sobre la tierra y la pisada para nuestra danza. Es una genia

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