Foto: Júlia Peralta |
Hace aproximadamente doce años que esta pareja se inició en el mundo del tango por separado. El baile los unió en la vida y también en las diferentes pistas de baile donde habitualmente se abrazan para dar rienda suelta a su pasión. “El tango se nos ha metido dentro” asegura Luna de forma contundente, dice que el tango es como un amante dispuesto y entregado. En cambio Paco prefiere verlo como algo parecido a una carrera en la que siempre quedan cosas por aprender y practicar. Son historias diferentes que coinciden y se entrecruzan en un momento, como si fuese un presagio que se cumple con los años. Ambos confiesan haber escuchado durante su infancia muchos tangos, ambos tenían padres enamorados de este baile. Sólo cabía esperar que el baile surtiese su efecto mucho más tarde.
Sin abandonar la compostura, elegantes y conjuntados, visitan asiduamente las milongas de Barcelona. Ella parece una actriz de Hollywood a lo Rita Hayworth y él un galán de tango de los años cuarenta. Son una pareja de postal. Y aunque confiesan que prefieren bailar juntos, Luna se pone contenta cuando suena una milonga. Le toca entonces representar otro papel: el de “Leader”. La joven enamorada del espectáculo se levanta de la silla y va a buscar a alguna mujer para bailar. Se siente orgullosa de haber aprendido por su cuenta a conducir. Escucha la música, escucha a la chica, le pone sentimiento e intención y se dispone a crear su baile tan particular.
- Me
gustaría comenzar esta entrevista preguntándoos qué personas o acontecimientos
propiciaron que entraseis en contacto con el mundo del tango.
Paco
(P) – Yo empecé en el mundo de
tango siendo ya mayor. Un día vi bailar en la catedral a Claudio (Frost) y a
Yanina (Meisinger). Hicieron dos o tres tangos y después pasaron con la gorra
para recoger dinero. En ese momento yo hablé con Claudio y él me propuso asistir
a sus clases. Enseñaban en el Convento de San Agustín que está en la calle
Comerç. Debía ser en el año 2002 ó 2003, no recuerdo exactamente…
- Pero
esto no guarda relación con el ambiente tanguero familiar… Una vez me
comentaste que tu padre bailaba tango…
P- Así es, mi padre se dedicaba al tango
profesional. Fue campeón de España en los años treinta, antes de la guerra. Era
de Zaragoza, un lugar con fuerte tradición tanguera.
Él conocía el mundo del tango muy bien, demasiado
bien, y por eso no quiso que yo entrase en ese mundo. Se dedicaba a sacar a las
chicas a bailar, era una especie de “Taxi boy” de la actualidad. Antes, cuando
las mujeres iban al baile, compraban unos tiques y con ellos tenían derecho a
una o varias tandas. Mi madre compró todos los boletos para bailar con mi padre
y así surgió su historia de amor.
Yo recuerdo que hacían muchas fiestas de baile
en casa. Escuchaban a Carlos Gardel, el “Yira, yira”…
- Esta
experiencia familiar dejó al menos el poso de la música…
P- Sí, muchos tangos me sonaban… Lo que era
difícil en aquel momento no era escuchar la música, sino aprender a bailar. Mucha gente
hacía cosas que no salían y a veces se fijaban en alguien que venía de afuera.
Luego probaban por su cuenta y decían “¡Mira
qué ha salido…!” Era un poco como los viejos milongueros de Argentina, que
se inventaban los pasos.
- Y
tú cómo comenzaste, Luna ¿tuviste también algún referente familiar?
L
(Luna) – Yo recuerdo que cuando era
pequeña había tradición de tango en Barcelona. Me acuerdo que mi padre ponía
música de tango y se le saltaban las lágrimas al recordar cuando tenía veinte
años y bailaba. Así que la música de tango yo ya la tenía incorporada.
Era la moda del momento, mis padres iban a
bailar y siempre acababan las fiestas con algún tango.
Pasaron los años y yo me dediqué al
espectáculo. Era transformista. Trabajaba como actriz que imitaba a Edith Piaf,
Charlot… y más gente conocida. Pero estaba en grupo. No solamente hacíamos eso,
sino también cabaret alemán dentro del Show.
Cuando lo dejé pensé: “El tango es un sustituto
perfecto para mí”.
-
¿Y qué le encontraste al tango para saber que era lo tuyo a partir de aquel
momento?
L- Le encontré todo. Cuando vi este baile en una
competición que se retransmitía por televisión pensé: “Ya es tarde. Deberías de
haber empezado muchísimo antes”. Pero había estado ocupada con la actuación.
Sin embargo, tuve claro que el tango me iba a llenar ese sentimiento de falta
de escenario.
- En
vuestro caso, cómo se fue construyendo la pareja de baile ¿fue una conexión y
comunicación profunda desde el primer momento o se fue gestando con los años?
P- Yo estuve unos cuantos años bailando solo.
Sacaba a otras mujeres a bailar, porque Luna y yo empezamos por separado, nos
conocimos ya en el tango. Como yo ya estaba jubilado, tomaba clases y salía a
bailar a diario. Conocí a mucha gente entonces. Ahora ya es distinto. Estás más
reposado y te tienen más “amarrao”.
L- Yo creo que hay que comentar varias cosas
sobre este tema. Hay parejas que bailan casi todas las tandas con otra gente y
hay otras que prefieren bailar con su pareja y puntualmente con otras personas.
Nosotros somos de los que preferimos bailar juntos, aunque si nos saca alguien…
el feo no se lo vamos a hacer… Yo considero que si tengo una pareja el sentimiento
de tango lo quiero con mi pareja. Además, esperar sentada mientras él está
bailando toda la noche con otras y tú te encuentras en la misma situación que
cuando estabas soltera… pues no es plan. A mí me parece que esto no debe
funcionar así.
- ¿Cómo
empezasteis vuestro aprendizaje?
L- Cuando dejé de actuar y estaba de vacaciones
en el País Vasco salió en la televisión una competición de tango. Entonces yo
pensé “Bueno, ¡ya es la hora!” Y
cuando volví a Barcelona le dije a mi hija: “Yo
el tango lo tengo que aprender como sea”. Ella estaba saliendo con un chico
sueco, de padre argentino, y me comentó que cuando su novio estuvo en Barcelona
había tomado clases con Vicenç Arranz. Me dio el número de teléfono de este
profesor y lo llamé. Daba clases, junto a Diana Morris, en un centro cívico que
había en las Aterazanas. Más o menos fue cuando Paco empezó, sobre el 2002 ó
2003.
-
En tu caso, ¿qué facilidades viste por el hecho de haberte dedicado
anteriormente al espectáculo?
L- Yo encontré toda la facilidad… a nivel
musical, de sentimiento… porque yo me muevo por sentimiento.
-
Supongo que principalmente la facilidad de interpretar…
L- Sí, lo que sucede es que para mí el tango es
una interpretación natural. Yo le doy mucha importancia a la actitud del baile.
En cuanto te pones delante del hombre esa actitud tiene que estar al momento.
No quiere decir que estés haciendo teatro o espectáculo. Es una actitud de
“Estoy sintiendo esto”. Y eso los
maestros lo tendrían que enseñar y no lo enseñan. Tendrían que decir: “Cuando usted pone los pies ante una mujer
debe sentir que es un milonguero auténtico, y creérselo. Puede ser elegante,
chulo… depende… pero sea alguien. Porque va a coger diferente a la chica cuando
tenga ya esta actitud”. Yo le preguntaría al profesor: “Y usted, cuando baila de cara al público,
¿Qué actitud tiene?¿Verdad que tiene una actitud? Pues enseñe eso, porque la
gente está mostrándose delante de otras personas”…
P- Lo que sucede es que hemos tenido el problema
de que muchos profesores no te enseñan realmente… ¿por qué no te corrigen y te
explican cómo son los movimientos o la técnica…?
L- Ahora te están corrigiendo y tú te preguntas: “¿Por qué no te lo dijeron otros profesores
anteriores que has tenido?”
-
Ya que citáis ese tema, me gustaría saber qué es lo que os anima a continuar
aprendiendo y qué es lo que consideráis que aún os falta por aprender, porque
sois una de esas parejas que sigue asistiendo a clases y que ha tomado cursos
con diferentes profesores…
P- En el tango nunca se deja de aprender. Pasa un
poco como con el científico o el médico, que nunca pueden dejar de estudiar.
Una cosa es que la gente vea el tango como afición, como un entretenimiento o
un pretexto para relacionarse y otra cosa es que descubras el tango como un
sentimiento. Si lo descubres así no te queda otra que mejorar. Tienes que hacer
clases para subir cada vez más de nivel. Nosotros hemos tenido que aprender
cosas que luego hemos tenido que descartar. Porque al principio no sabes qué
tipo de profesor va contigo y no entiendes la dinámica que te proponen.
L- En realidad el tango es nuestra vida. El día
que nos pase algo a alguno de los dos será otra cosa. Se nos ha metido el baile
dentro. Yo digo que el tango es un amante entregado y dispuesto. Si el tango
que bailan los bailarines no es satisfactorio, no es culpa del tango, la culpa
es de los bailarines. Con respecto a las clases, ahora tenemos ventaja. Ya
sabemos con quién no tenemos que tomar clases. Ya no nos engañan más. Ahora
asistimos a clases con buenos profesores: Antonia Barrera y Jorge Pahl, Norma
Depaola y Giovanni Corral… ésos sí que te enseñan.
-
Y la cuestión de aprender milonga, Luna, ¿cómo surgió?
L- Bueno, fue porque a mí me encantaría saber
conducir en el tango y en la milonga, pero como tengo mucho trabajo con mi rol
de seguidora no dispongo de suficiente tiempo ni dinero para recibir clases.
Así que empecé por mi cuenta a practicar con mi prima escuchando la música.
Tengo mis propios pasos, aunque algunos sí que son los propios de la milonga.
P- Tiene un estilo muy suyo cuando baila la
milonga. Yo la animo y a veces le aconsejo que pruebe éste o aquel paso…
L- Pero yo quiero ir despacio, no empezando la
casa por el tejado haciendo figuras… Prefiero bailar como yo sienta la milonga.
Si hay algo que hago y me gusta lo repito cuando puedo. Entonces busco la
manera de funcionar y que la chica me entienda. Yo trabajo el rol de “leader”
como mujer. Traduzco lo que el hombre tendría que hacer.
-
Eso es en parte una ventaja, porque puedes empatizar con los dos roles…
L- Lo que tiene de bueno mi estilo demilonga es
que las chicas se lo pasan bien, lo sé porque me lo han dicho. Yo intento hacer
las cosas que muchos hombres no hacen, por ejemplo, si no sale un paso, yo no
obligo a la chica a que lo haga, me adapto a ella y luego retomo cuando puedo
mi papel de conductora. Y lo que hago además en estos casos es potenciar esa
marca yo la próxima vez para que me entienda mejor. Eso me viene de mi
experiencia como mujer que sigue. Me da la gana de decir que yo hago lo que no
hacen muchos hombres que llevan tiempo y que saben más que yo, pero en eso les
supero.
- ¿En
qué sentido?
L- Porque quién dice que en la milonga todos
tenemos que hacer los mismos pasos… pues no, ¿por qué no inventas? Si la chica
me sigue de eso se trata. Yo no quiero encasillarme en el tango de los chicos.
Yo considero que como mujer conductora no tengo que ser como un hombre, debería
buscar otro tipo de tango. Tendría que ser una mujer bailando con una mujer.
P- ¡Vamos, ser una Chechu…!
-¿Quién
es la Chechu?
L- Una chica hippie que bailaba de chico y de
chica. Fue muy criticada porque rompía todos los esquemas. Como conductora era
una mujer maravillosa. Te marcaba algo y si hacías alguna cosa que no te había
marcado ella se adaptaba a ti y luego retomaba el mando. Y eso es lo que quiero
hacer yo con mi baile.
-
Se trataría entonces de un baile donde lo primordial es el diálogo…
L- Yo muchas veces, cuando no marco bien algo y
la chica me sale por otra parte la sigo.
P- ¡Ah! Pero conmigo no…
L- No, contigo no…
P- Yo le marco una cosa y ella me hace lo que
sea…
L- Tú me marcas a veces y yo no te entiendo… Pero
tampoco me gusta la teoría de “yo marco una cosa y el otro hace lo que quiere
porque sí.”
- ¿Cuáles
eran sus ídolos o referentes cuando comenzaban?
P- Para mí fueron un referente Osvaldo y Graciela, de la Yumba. Aunque también me gustan mucho Osvaldo Zotto y Carlos Gavito. Yo hice clases con Osvaldo
Zotto cuando estuvo en Barcelona. Tiene ese caminar felino que me encanta… Vino a dar clases en Sitges, en el Maremagnum, en la Casa Murcia, con Osvaldo
y Graciela…
L- A mí me encanta Alejandra Martiñán y también
Mariana Montes. Son una maravilla…
- Vayamos
ahora a los códigos en las milongas ¿Creen que hay que mantener alguno o es
mejor dejarlos de lado y adaptarnos a otros tiempos?
P- Yo creo que hay que tener un respeto con los
que bailan, con los compañeros de la pista. No concibo que alguien empiece a
marcarle a una mujer veinte voleos, que le levante la pierna y que se lleve por
delante a todos los que hay alrededor… En cuanto al cabeceo, yo pienso que es
casi vago, porque a mí me han enseñado que cuando vas a sacar a una mujer, por
educación, te tienes que acercar a ella y preguntarle “¿Quieres bailar?” Y si es NO, pues, bueno “Gracias” y no te tienes que marchar gruñendo o enfadado. Un
cabeceo… como no tengas la vista de lince… no lo ves… ¿Tú llevas gafas? (
contesto: lentillas) Pues quítatelas y verás la gracia que te va a hacer cuando
no sepas si el tipo se dirige a ti, a ésta o a aquélla…
L- A mí me gusta más que el caballero vaya a la
mesa a sacarme. Y que después del baile me acompañe hasta la mesa.
Hay una cosa que sí que me gustaría mucho que
se consiguiera, aunque parece imposible y es que en las milongas la gente no
hablase tan fuerte.
P- Esa es otra, o que se te queden unos tipos hablando
al principio de cada tango en la pista y que no haya manera de que arranquen…
eso me cabrea mucho “¡Hombre, para ya de
hablar y baila…!” Yo estoy atrás con
la mujer y tengo que empezar a hacerle giros y más giros y el tío venga hablar,
dale y dale… ¿no se da cuenta de que molesta?
L- No sólo eso. A mí me gustaría que en las mesas
se hablase flojito, como en una iglesia. Yo considero que la milonga no es un
bar para ir a hablar.
P- Yo lo que no llego a entender tampoco es lo de Argentina, que llegues con
tu mujer y que la mujer tenga que irse a un lado de la pista y tú a otro...
L- Ésos son los que están bailando con todo el mundo. Tiene una explicación,
las parejas que quieren bailar juntas van a la misma mesa y entonces nadie saca
a aquella mujer. Y las parejas a las que les gusta bailar con otras personas se
separan en la milonga, y así la mujer también puede bailar con otros hombres.
P- Pues no sé, chata, si tú me dices que te vas a Argentina en ese plan, yo
te propongo también que regreses en otro avión...
A mí hay otra cosa que también me molesta: esos
hombres que entran en pantalón corto y chancletas. Yo considero que estamos en un
lugar donde tiene que haber un respeto.
L- Sí, yo no entiendo cómo algunas chicas no se arreglan para ir a la
milonga, porque es como un actor cuando sale al escenario y se maquilla.
- Vuestro caso en
este sentido yo creo que es especial, porque sois muy detallistas en el vestir,
siempre vais conjuntados y muy elegantes...
L- Bueno... eso es desde que Paco está conmigo...
P- ¡Anda, mujer, no exageres! Es que la vida de un soltero es diferente a la
vida de un hombre cuando tiene pareja...
L- Ahora le preparo lo que se tiene que poner... y ahí sí que ha habido un
cambio. A veces vamos a un recado y pasamos por delante de la milonga, Entonces
Paco me dice: “Vamos a entrar” y yo
le digo “¡No, ni loca...!¡con estas
pintas...! Vamos primero a cambiarnos”. Incluso tengo una ropa elegante
pero menos arreglada para cuando vamos a las clases. Vas a bailar a una
milonga, no vas a la montaña...
- Centrémonos en las
milongas de Barcelona ¿Cómo eran cuando empezasteis?¿Cuáles había?
P- Estaba la “Milonga maldita” de
Claudio Frost y Yanina, en la Plaça del Pi, en el piso superior de las Galerías
Maldá…
Otro lugar era “Tinta roja”, que
aún está, en el Paralelo… Es una preciosidad de lugar, pero la música que suena
allí no se puede bailar.
También recuerdo que Diana Morris montó una milonga en la calle del Liceu,
se llamaba “El Entresol”. Era un bar
pequeñito, familiar... y cuando terminábamos las clases bajábamos al sótano y
escuchábamos la música de un chico argentino que traía su guitarra y nos tomábamos
unes tapas mientras lo escuchábamos. Era más familiar... ahora eso ya no se da.
L- Pero eso depende del tipo de milonga, porque entonces las más grandes
tampoco permitían ese trato tan familiar que comentas.
- ¿Había ofertas de
milonga para cada día de la semana?
P- No, y además, había una cosa muy importante: se respetaban unos a otros
los días de milonga. El que tenía el lunes nadie le tocaba el lunes. Ahora eso
ha cambiado, si en un día hay cuatro milongas no pasa nada. Es la oferta y la
demanda.
- Pero es que aumentan
las milongas y faltan días...
P- ¿Sabes lo que ocurre? Que la final se hunden entre ellos, porque el número
de milongueros no ha aumentado casi. Hay muy pocos profesores que estén
captando alumnos de iniciación y muchos que se dedican al nivel Intermedio y Avanzado.
Uno de los pocos que se están moviendo en este sentido con cierto éxito
es Osvaldo y Graciela. Captan gente nueva y algunos se quedan. Lo que no
es normal es que haya cuatro milongas en una sola noche... si somos unos
doscientos milongueros... y entre semana por lo menos cien están trabajando...
así no salen las cuentas.
- ¿Podríais recordarnos
alguna figura imprescindible del tango en nuestra Ciudad?
P- Osvaldo y Graciela incuestionablemente. Es una pareja que ha hecho escuela
en Barcelona. Ellos empezaron haciendo clases en diferentes lugares que
alquilaban, por ejemplo en el teatro “El Llantiol,” que era un lugar precioso
situado en el Raval. Luego montaron su propio espacio de baile con esfuerzo y
sacrificio. Todo lo hicieron ellos. Así que como personajes en Barcelona hay
que reconocerles ese esfuerzo y esa labor, así como el hecho de que estén
captando gente nueva para el tango.
- Ya que citas esa nueva
comunidad tanguera... teniendo en cuenta vuestra experiencia ¿qué le
aconsejaríais a los nuevos alumnos que empiezan?
L- Que sientan el tango. Cuando una persona baila poniendo el corazón y
sentimiento el paso está mejor hecho y sale más bonito. Yo les aconsejo que
pongan actitud, porque cuando uno no pone actitud el paso es tímido, neutro y
todo lo que bailas es igual.
- ¿Y en cuanto a las
dificultades concretas que se vayan a encontrar en este baile...?
L- ¡Uy! Se van a encontrar un montón... Yo les diría que tengan paciencia,
que crean en ellos y que se crean Buenos bailarines tangueros en todo
momento. Cuando tiene fe en uno mismo todo acaba saliendo.
Yo también les recomendaría a los chicos que escuchasen y siguiesen a veces
a la chica, eso también es importante en el baile.
- Me gustaría finalizar esta entrevista con una
curiosidad: ¿Cómo veis vosotros el futuro del tango en vuestra vida y en esta
ciudad?
L- Yo me imagino bailando muchos años, menor cantidad, pero bailando. Y el
tango seguirá para adelante aquí, porque Barcelona, por más que se diga, tiene
buen nivel de tango y es un lugar activo que cuenta con mucha oferta de
milongas y clases.
P- Si llegamos hasta los 100 años allí estaremos bailando
y recibiendo clases, porque siempre quedan muchas cosas por aprender.
Foto: Júlia Peralta |
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