“Quiso la suerte que naciera y aún estoy
aquí, milongueando cuando la ocasión lo requiere y soltando algún verso poco
inspirado para que la muchachada no me eche en el saco de las patatas tristes,
semipasadas, brotadas, oliendo a pasados...”
Foto cedida por gentileza de Juan Ignacio Arias |
Así se define Juan Ignacio
Arias, entre los muchos otros intentos poéticos e interpretativos en los que
también se le podría encontrar. No es en absoluto el tipo adecuado para caer en
el saco de las patatas tristes, salvo que sea, puntualmente, para tomarse la
experiencia con humor. Inconformista, sensible, profundo, auténtico… de estilo
propio en todo lo que hace. Lleva 18 años frecuentando las milongas, a veces
como bailarín, y otras como Lusiardo, ese personaje con bata que observa
sigilosamente sentado todo lo que acontece en las pistas de baile. Enfundado en
la armadura de su traje, cuidando hasta el último detalle, muestra sin
exhibición su elegancia natural: a veces en forma de saludo, otras respetando
los tiempos y el baile de alguna mujer, otras milongueando con emoción, otras
poéticamente imaginando un mundo mejor. Gran milonguero y compañero de baile,
aunque él modestamente rechace las etiquetas, en cualquier pista de baile
enseguida se le distinguirá. Juan es sencillamente Juan.
P-Quisiera comenzar
esta entrevista con una letra tuya que me ha llamado especialmente la atención.
En el estribillo dices: “Tengo que dejar de milonguear, aunque sea dos veces por
semana, voy siempre cansado de trabajar, y me parecen raras las mañanas
(…)" Es una sensación que muchos milongueros hemos sentido alguna vez…
JUAN (J): Yo
creo que todos hemos pasado por esa fase de querer asistir a todas las milongas
todos los días casi con desesperación. Son fases que uno atraviesa en el baile.
Hay gente que se queda en esa cuestión y otros que no.
Ahora estoy bailando
dos o tres veces por semana, pero he tenido temporadas en que iba a trabajar y
dormía dos o tres horas, aunque no eran todos los días seguidos. Recuerdo
viejos milongueros que me decían que empezaban a bailar el viernes y seguían de
caravana cuatro días seguidos. Hay también por ahí mucha fábula sobre los
viejos milongueros que lo resistían todo…
- La parodia se hace
más evidente cuando en un momento de la canción das a entender que tienes que
dejar de trabajar para asistir a las milongas, eso tiene su gracia… aunque se
entrevé al mismo tiempo quizá una adicción.
J: Hay gente que se
mantiene en esa tesitura y que piensa que toda la vida es tango cuando, en
realidad, hay tantas cosas de las que disfrutar… Es como si para algunos el
tango fuese una salvación o una puerta de escape que los saca de la vida
cotidiana. No es mi caso. En casa nunca escucho tango. Mientras trabajo escucho
otros tipos de música. Todo el rato con lo mismo me aburriría.
- Aun así, tu cara cuando bailas
resulta tremendamente expresiva y de transformación absoluta ¿Qué pasa por el
interior de Juan Arias, cuando el baile dispara el botón ON?
J: No es algo
consciente… son expresiones naturales… para mí el baile es una cuestión de
gozo, de divertimento más que nada. Recuerdo que mis primeros maestros me
decían que, cuando uno entraba a bailar, podía ser el peor bailarín del mundo,
pero tenía que imaginarse como el mejor milonguero para proyectar eso a los que
lo estuvieran viendo. Pensarte el mejor te hace sentir poderoso, fuerte en la
pista. Es una cuestión de actitud que vale para otros ámbitos también.
- Tu estilo de bailar
es muy propio: es una mezcla rara de elegancia, de milonguero tradicional y sensitivo
con un toque bufonesco... Me gustaría saber cómo percibes tú tu baile.
J: El hecho mismo de
estar bien vestido en la milonga es algo muy milonguero. Enrique Vila, un gran
bailarín de Rosario que me impactó mucho decía que, por más que hubiese 35ºC en
una pista, uno no se podía sacar la chaqueta nunca, porque era el distintivo
del milonguero.
El tango me dio la
posibilidad de engalanarme para ir a la milonga. Durante un tiempo no tuve
motivos para vestir bien. Es como un ritual tanguero. Me gusta. Me siento armado
con el traje.
Por otro lado, cuando
uno baila de una determinada manera, es inevitable que se le escape su historia
personal. Y la mía en el baile empieza con Michael Jackson, el Rock y el Break
Dance. De ahí vienen muchos movimientos quebrados en mi baile, que traté de
abandonar, pero que me persiguen.
- Pues incluso con
esas influencias externas, yo pondría la mano en el fuego de que más de uno te
votaría como prototipo de Gran milonguero... ¿Te reconocerías en esta
denominación?
J: Bueno… en según que
caso sí y en según que casos no… digamos que me considero milonguero, no sé si
gran milonguero, pero sí un tipo de milonga. Si tuviese que regirme por algunos
códigos estrictos, estaría más bien alejado de esa etiqueta. En Rosario, por
ejemplo, nunca fuimos de “cabecear”, así que a veces cabeceo y otras saco
directamente a la mujer a bailar. Hay algunos códigos que me parecen caducos,
como por ejemplo el hecho de que los buenos milongueros tengan que ir siempre
por el costado y los principiantes por el medio, es como si sólo hubiese dos
carriles cuando en realidad hay muchos. Y que no se deba cantar el tango cuando
uno baila. Siempre que sea al oído y afinado ¿por qué no?
- Con motivo de la
presentación de tu grupo musical “Cardiotango Melancolic Band” escribiste: "Hace un tiempo el maestro Zappa se
preguntaba: ‘¿Existe el humor en la música?’. La “Cardiotango” pregunta: ‘¿Existe
el humor en el tango?" Ahora que hemos descubierto que sí, porque tú
lo practicas frecuentemente en tus proyectos, nos gustaría saber cómo conjugas
el humor con ese sentimiento triste tan particular que hay los tangos.
J: Depende de la época,
el tango tuvo una carga u otra. Nosotros conocimos del tango esa veta
nostálgica de la tragedia de vivir, del desengaño… son cosas que el tango en sus
orígenes no tenía. A Borges le gustaba ese tango de los inicios, ése que además
de ser violín, flauta y guitarra era un tango valeroso y alegre. Luego, a
medida que el tango se fue desarrollando, fue cargándose de dramas. Era ese
tipo de tango del que cualquier pibe joven decía “¡Esto es un rollo. No me
gusta nada!” básicamente porque no teníamos tampoco la experiencia de vida para
apreciarlo.
- Yo noto en ti una
mezcla de humor con una reflexión más profunda en todo lo que planteas…
J: Sí… vendría a ser
como las dos caras de una misma moneda, aunque considero que en mi caso tiende
a prevalecer la vena humorística. Digamos que lo que tiene el tango es que está
muy surcado de humor negro. Ahora mismo, en Buenos Aires, hay algunos cantautores
que ven esa raíz cómica en ese trasfondo trágico. Lucio Arce, por ejemplo, hace
humor con pequeñas tragedias personales y cotidianas, aunque empezó
Melingo… es una forma de afrontar la tragedia y que caiga mejor. La sociedad
Argentina siempre está abocada a la catástrofe y encima los argentinos pensamos
que somos el centro del mundo, cuando en realidad somos como los demás. Es una
cuestión cultural. Teníamos el típico saludo que decía “¿Cómo estás? – Mal, pero acostumbrado”. Era pesimista, pero por lo
menos humorístico…
- Hace ya tiempo que
vienes contemplando estos dos sentimientos aparentemente contradictorios. En
octubre de 2007 decides crear el blog "La bata de
Lusiardo" que tú mismo defines como “EL UNICO BLOG HUMORISTICO SOBRE LA
MILONGA, CON SITUACIONES Y PAYASOS INVENTADOS Y OTROS IMPORTADOS DIRECTAMENTE
DE LAS MILONGAS.” Me gustaría que nos explicases el título de este blog y a
raíz de qué necesidad personal surge esta iniciativa.
J: Lo del blog fue más
bien por el hecho de que, desde hacía algún tiempo, me había embarcado en
proyectos literarios que nunca llegaba a finalizar. Entonces, cuando apareció
la posibilidad a nivel tecnológico de hacer algo en un blog, mucho más ligero,
portable y fácil, encontré la forma idónea de canalizar esa frustración y de
dar a conocer mis escritos de manera más directa.
- El personaje que
aparece en el título supongo que es Tito Lusiardo...
J: Así es… Escogí como
referente a Tito Lusiardo porque además de ser un gran bailarín, era el
compañero de Carlos Gardel. Siempre aparecía en las películas con él. Estaba en
segundo plano, pero era el que se enteraba de todo. Lusiardo era el que veía
todas las jugadas.
- ¿Y de dónde surge la
bata…?
J: Tiene que ver con
el hecho de imaginarme a Lusiardo en casa. Él está sentado en el sofá con la
bata, con los pies encima de un escabel y está mirando lo que pasa en la
milonga, como si fuese un espectador.
- ¿Consideras que la
vía del humor es la más eficiente para tratar los grandes temas o aquéllos que pueden generar controversias?
J: Quizá es la menos
discutida. La que te permite tratar los grandes dilemas de la humanidad y sus
miserias y flaquezas sin herir demasiado al que se siente reflejado. Y darle
materia para una reflexión más profunda.
- Reírse tanto del
tango debe de haber molestado en parte a los que se toman el baile como algo
sagrado… ¿cuál ha sido la reacción a tu propuesta?
J: Hasta
el momento no he recibido amenazas de muerte, ni malas caras, ni comentarios
malos. Yo mismo inserto algunos comentarios en contra y humorísticos, para que
se vea que uno debe permitirse caer en el ridículo y situarse en su ínfimo
lugar en el mundo.
- ¿Hay alguna cosa en
el tango que no te inspira humor sino que más bien te incita a llorar?
J: Cuando bailo
incluso me da por cambiarle la letra a algunos tangos, pero hay algunos que son
tan serios que no los cambio nunca. Por ejemplo tangos terribles de Discépolo o
Gardel con los cuales no se puede hacer ningún tipo de humor. Esas letras
que hablan de decadencia de gente o de tiempos pasados, del “dolor de ya no
ser” no dan para hacer humor… hay tangos que incluso bailamos sin saber su
historia o sin detenernos en las letras.
Por lo general yo
nunca hago humor de los tangos en sí, sino de las actitudes de algunos y de lo
que veo en determinados personajes que, por demasiado serios, caen en el
ridículo. El tango genera situaciones que se meten a veces directamente en el
humor. Siempre es un disparador de cosas: escuchar algún comentario en las
milongas que me parece gracioso y lo que se desprende a partir de él. Le
preguntaban a Woody Allen si todo lo que había en sus películas era lo que le
había pasado. Y el decía “No, es lo que
inició la historia y todo lo que me imaginé después.”
- En tu humor siempre
queda un poso amargo, uno se ríe, pero luego se queda con un nudo en el estómago, quizá porque tocas temas sensibles que
afectan a todo ser humano…¿Tú cómo lo percibes?
J: Sí, cuando uno
escribe también se pone en el lugar de los otros, por ahí lo que uno está
escribiendo tiene que ver con la historia de otra persona, una historia
bastante trágica… Uno se pone como espectador, se para a un costado y lo ve con
cierto humorismo y cinismo. Pero a la vez, tiene que ver con los temas
universales de la Literatura que son tres o cuatro: la traición, el amor, la
incomprensión, la soledad, el paso del tiempo… y el tango está hecho de eso.
Más allá de que uno intente hacerlo con humor, ese poso de tragedia está ahí.
Todos buscamos algo,
en el tango o fuera de él, sea el cariño, sea la aceptación… y muchas veces eso
no sucede. Entonces queda ese poso ahí, como un sabor amargo. De hecho, no hay
jubilación de milongueros. He conocido a viejos milongueros a los que se les
pasó su tiempo y los tipos de la nueva generación no sabían quiénes eran y no
los respetaban. Esa era su tragedia y su fuerza, porque se resistían a dejar de
bailar, aun sabiendo que no podían. Y ese tema del paso del tiempo está
contemplado en los escritos también, en ese momento alegre que un día se va y
se desvanece.
- Me gustaría ir ahora al Juan cronista de las
milongas. En tu escrito LUCHA LIBRE EN LA MILONGA DEL ORIENTAL planteas en
forma de parodia el caos que se genera en las pistas de baile. Escribes: “Riquelme ha aunado sus
dos pasiones, el tango y la lucha libre y ha montado un espectáculo de Catch:
"Titanes de la milonga", con luchadores y pesos pesados del tango que
se hacen tomas inverosímiles como El triple sanguchito de Plutón o El
gancho Jorilastico por citar algunas tomas que escapan a cualquier clasificación".
¿Puedes
comentarnos algunos pecados veniales o mortales que se cometen en las pistas de
Barcelona?
J: Creo que hay
mucha gente que no va a bailar, que quiere mostrar y mostrarse sin llegar a
disfrutar. Eso es para mí algo terrible. Y el hecho mismo de que muchos también
hagan una especie de marca demasiado fuerte en la compañera para demostrar que
saben mucho y le impidan disfrutar del baile… o que no le den a ella tampoco el
respiro ni la pausa que necesita para bailar… Otro pecado mortal es el hecho de
ser un pesado de la milonga o creerte irresistible en el baile y en la vida,
¿viste? Hay mucha gente que piensa que porque baila medianamente bien puede
enamorar casi a la compañera/o, y por ahí, el que baila con uno sólo
quiere bailar, sacarse de encima un día horrible. Eso lo hace caer en el ridículo..
Esto es una premisa que tiene que ver también con lo que yo escribo: uno
siempre va a ser payaso para alguien, siempre. Y criticar a otros sin
tener en cuenta esta premisa es un poco triste. Pero no es algo específico de
aquí. En todos lados hay grandes bailarines, criticones, principiantes,
payasos y estrellas.
Foto: Claudia Schmidt |
- En otro
escrito, "MANUAL DE PASOS UTILES PARA PRINCIPIANTES", te ríes
de algunas estrategias pedagógicas para aprender tango y de la actitud de
quienes recurren a estas propuestas: “estos
engendros (Manuales de Pasos) se venden como sistemas de enseñanza provocando
que se desvirtúe una disciplina tan compleja como es el tango. Incapaz de
entender el manual, Sandrino no hizo ningún esfuerzo consciente por meterse de
lleno en el universo de la verdadera milonga, que se reparte por casi todo el
globo, limitándose a mezclar pasos y figuras como hace con sus baratos
perfumes y con sus lamentables libros". ¿Crees que hay muchos
‘Sandrinos’ sueltos por las academias y milongas de Barcelona?
J: Hay algunos.
La mayoría de gente que trabaja en el tango son profesionales y saben lo que
hacen, pero hay muchos que convierten el tango en su modo de vida y, teniendo
muy poco tiempo de baile, se ponen a enseñar cuando no tienen ningún tipo de
calidad ni de pedagogía. Mucha gente, por ignorancia, dice: “Yo voy a enseñar tango argentino en Europa” sin saber que por aquí pasan los mejores profesionales que
llevan mucho tiempo bailando. De ésos hay bastantes, lamentablemente. Es una
pena. Y también hay mucha gente que, en vez de preocuparse por la técnica y por
enseñar a sentir la música o a caminar en el compás, se dedica a pasar figuras
y a hacer pasos.
- A mi entender, el
Juan escritor combina el humor, pero de tanto en tanto le sale la vena más profunda
y existencial, una especie de visión idealista, quijotesca... desde esta segunda perspectiva ¿qué te gustaría cambiar del tango en
nuestro contexto local…?
J: A mí me gustaría
que hubiese mucha más gente bailando. Que fuera mucho más grande el ambiente,
que pudiéramos darnos el lujo de que fuera más rico. Barcelona se alimenta
mucho de la gente que va y viene, pero en sí, el núcleo que baila es más o
menos el mismo. Parece que tiene que ver también con una cuestión de facciones,
si bien el tango en la ciudad no es tan desunido como en otros lugares que he
visitado, sí que hay algunas fricciones y tiranteces. Si el ambiente fuera más
cohesionado, me parece a mí que habría más gente bailando. Más que esa cuestión
de pertenencia sería hermoso el orgullo de decir “Nosotros bailamos tango en Barcelona y somos todos”. Eso estaría
mejor. Sería mucho más lindo. Y también me gustaría que pudiésemos escuchar más
en las pistas a (Astor) Piazzolla, en vez de ir a una milonga de tanto en tanto
de Tango Nuevo. Eso es lo que me
gustaría a mí, que empezáramos a permitirnos experimentar con otras cosas, más
allá del milonguero tradicional.
- Además de tu blog y
de haber participado puntualmente en algunos espectáculos, recientemente has
creado con otros dos compañeros el grupo de música “CardioTango Melancolic
Band”. Este proyecto sigue en parte la dinámica de
parodia que ya se entrevé en tus escritos. Y recuerda un poco a las propuestas
del absurdo del grupo DADA, también por el juego con las letras... ¿Es
porque estamos también en una nueva época social absurda...?
J: Lo que sucede es
que todas las épocas han sido absurdas. La existencia misma se ha transformado
en algo absurdo por determinadas cuestiones de tener o no tener cuando antes
sólo era cuestión de vivir y sobrevivir, no había otra cosa. Ahora hay tantas
comodidades, tantas ofertas de ocio… que para unos la preocupación es
sobrevivir y para otros la preocupación es cómo pasárselo bien de la mejor
manera posible. La existencia se ha transformado en algo que muchas veces
no tiene sentido porque no se aprecia. Parece absurdo que lo que antes era una
cuestión de “vivir” se haya transformado en una cuestión de “tener”. Y nuestra
sociedad actual tiene que ver con esto. De todas formas, en la CardioTango hay líneas diferentes a
nivel espectáculo… Por un lado, están los temas que son cómicos y que tienen
que ver con esos tangos que cantaba Rivero… Por otro lado, están las pequeñas
viñetas o aguafuertes humorísticos que intercalo con algún recitado poético con
acompa-ñamiento. Y por último, tenemos los tangos que son y suenan
cuadraditos para bailar. Tratamos de aunar todo eso.
- En una de las
canciones que interpretáis dices "Procuro
olvidarte y llega Pugliese y entonces comprendo que te necesito"... Pobrecito (Osvaldo)
Pugliese… aquí aparece como ese personaje tentador que no te deja desvincularte
del tango… ¿Por qué le has otorgado a Pugliese ese rol?
J: Pugliese es para mí
el referente de lo más emocional, incluso cuando en el tango uno quiere tener
una historia con una chica va a ver si la puede sacar en el Pugliese. Es
evidente que nuestro tema, más allá de la letra original que es muy antigua,
habla de un hombre que ha perdido a la chica que amaba. Se separaron, y él va
al tango tratando de buscar otros amores y de pasarlo bien, pero siente la
pérdida porque quizá empezó la historia de amor con Pugliese y el tipo lo
escucha en la milonga y luego se va caminando solo a casa sintiéndose vacío.
- Pues a mí me ha dado
ahora por pensar que un buen tema para tus letras sería el encuentro con
Discépolo… ¿Qué estrategia utilizarías para cambiarle el humor a este señor tan
desengañado del mundo y de los hombres?
J: ¡Ufff! No sé… casi
todas las letras de él tienen que ver con una tristeza terrible en las que cada
tanto aflora el humor… con ese tipo de personajes uno sólo podría sentarse a
escucharlo y disfrutar del momento. Con los grandes poetas y con los grandes
artistas creo que no se podría meter ningún tipo de baza, solamente
disfrutarlos. Supongo yo que en el trato normal sería un hombre como todos, que
ese desencanto de vivir lo decantaba hacia el arte. Hay gente con la que uno
querría ir a tomarse una cerveza amistosamente, escritores o cantores con los
que uno se sentiría como amigo, sin haberlos conocido. No me pasa con
Discépolo. Y sí con Castillo.
- He notado también
que hay una tendencia en tus propuestas a parodiar y homenajear a grandes
figuras del tango. Por ejemplo en aquella actuación donde apareciste con Yanina
Marini, representando a Gardel y ella a Tita Merello. ¿Cuál es el director de
orquesta o el bailarín al que te gustaría parodiar ahora? Uno para vengarte y
otro para homenajearlo.
J: Actualmente Yanina
y yo estamos trabajando
en nuevas minutas. Pero están aún por concretar. Personalmente, me gustaría
homenajear a Tito Lusiardo y a Alberto Castillo.
En cuanto a la cuestión de la parodia,
yo creo los Estravaganza tango de Berlín, podrían ser un buen ejemplo…
- Después de tantas
parodias que viven otros personajes, nos queda recurrir a las tuyas, ¿Cuál es la situación más
cómica que te ha pasado a ti en todos estos años que llevas milongueando…?
J: ¿La situación más
cómica…? yo creo que la más cómica de todas siempre ha sido la de mi primera
milonga, pero es una tragedia. Era una milonga donde vi milongueros de verdad
que iban a bailar. Caí en esa milonga y me di cuenta de que el tango era
otra cosa, no lo que me estaban enseñando. El tango era más profundo. No era mover
sólo los pies sino todo el cuerpo. Cuando empecé a sentir el sudor frío de no
saber para dónde ir, que los pies no me respondían y que aparte el abrazo no me
servía para nada, estaba como petrificado en la ronda y todos me miraban. Eso
era cómico, pero era terrible. Nunca me caí. Hay gente que también se ha caído
bailando… La que bailaba conmigo me decía “Marcame algo, marcame algo…” Y yo
pretendía que la marca fuera con la mano… cuando es la intención del cuerpo lo
que marca más que nada.
- ¿Y la situación más
“melancolical”…?
J: Una vez fui a una
milonga domiciliaria con una chica. Habíamos estado saliendo un tiempito y me
acuerdo que ella, como a las cinco de la madrugada, se fue con otro y me
resultó una situación triste, de estar solo en la milonga. Y volverme a casa
con el sol bastante alto.
Más que mías, recuerdo
situaciones melancólicas que me han provocado otros. Por ejemplo un hombre que
empezó a bailar conmigo. Era un gran milonguero, pero había formado pareja en
el tango y luego se separaron. No lo pudo encajar bien. Se volvió completamente
diferente, hecho una ruina, hasta para bailar… Y la gente que no lo
conocía decía “Este payaso borracho”. El tipo estaba incluso dando lástima y
siendo muy pesado en el baile para la gente que no lo conocía. Creo que no se
recuperó todavía. Sigue estando ahí. Coincidí con él en Rosario. Lo saludé,
vine a sentarme con él, y me dijo “Yo
vengo aquí a la milonga porque hacen unas empanadas bárbaras”. Iba a la
milonga a comer empanadas y a no estar solo. Y en esa misma milonga apareció
otro de los grandes milongueros que casi no bailó. Una chica joven le dijo que
no. Ella no sabía quién era aquel gran bailarín y el hecho mismo de volver él
hasta la mesa tras el rechazo eso me causó mucha melancolía. Y también el caso
de chicas que habían bailado mucho, pero ya no las sacaban. Y me decían “Yo no voy más, ¿para qué… para sufrir?”
- Aprovechando este
retrato realista que nos explicas, me gustaría retomar al escritor profundo.
Encontré entre las diferentes reflexiones que has dedicado al tango ésta que me
ha llamado especialmente la atención y con la que desearía acabar esta
entrevista. Dices:
“Entonces, un
día, quizá a los 26 o 27 años luego de comprender que lo que ocurría era la
vida, pero la vida real y no la que cuentan los libros uno descubrió que el
tango no solo eran “grandes Valores”, sino otra cosa, algo mas profundo y
misterioso...“
¿Qué es para ti en
estos momentos de tu vida eso tan profundo y misterioso que aún tiene el tango?
J: Cuando uno se
acerca al tango es como algo mágico. He tenido épocas en que sólo era el tango,
no lo podía compatibilizar con otras cosas mías. Creo que ahora es más
equilibrado. Es una cuestión más de encuentro, porque ahora conozco mucha gente
en el baile. Ahora disfruto de otra manera, como si el tango fuese una cuestión
de algo que te es propio y uno forma parte de eso. Siempre queda algo de
misterio, porque uno nunca sabe lo que puede llegar a suceder en una noche. Es
el momento… Antes el tango era misterioso por lo desconocido, ahora es mágico
porque no sabes qué va a pasar mientras estás bailando. Capaz que en un momento
ves una pareja bailando y te maravillan, capaz que escuchas un tango en
guitarra y te fascina… no sucede siempre, pero a veces sí, nunca se sabe… El
tango forma una parte importante de mi vida. Supongo que bailaré bastante,
estaré por ahí en las milongas… y de vez en cuando me seguiré sorprendiendo o
fascinando.