martes, 18 de agosto de 2015

ENTREVISTA A JUAN IGNACIO ARIAS


Quiso la suerte que naciera y aún estoy aquí, milongueando cuando la ocasión lo requiere y soltando algún verso poco inspirado para que la muchachada no me eche en el saco de las patatas tristes, semipasadas, brotadas, oliendo a pasados...”

Foto cedida por gentileza de Juan Ignacio Arias

      Así se define Juan Ignacio Arias, entre los muchos otros intentos poéticos e interpretativos en los que también se le podría encontrar. No es en absoluto el tipo adecuado para caer en el saco de las patatas tristes, salvo que sea, puntualmente, para tomarse la experiencia con humor. Inconformista, sensible, profundo, auténtico… de estilo propio en todo lo que hace. Lleva 18 años frecuentando las milongas, a veces como bailarín, y otras como Lusiardo, ese personaje con bata que observa sigilosamente sentado todo lo que acontece en las pistas de baile. Enfundado en la armadura de su traje, cuidando hasta el último detalle, muestra sin exhibición su elegancia natural: a veces en forma de saludo, otras respetando los tiempos y el baile de alguna mujer, otras milongueando con emoción, otras poéticamente imaginando un mundo mejor. Gran milonguero y compañero de baile, aunque él modestamente rechace las etiquetas, en cualquier pista de baile enseguida se le distinguirá. Juan es sencillamente Juan.

P-Quisiera comenzar esta entrevista con una letra tuya que me ha llamado especialmente la atención. En el estribillo dices: “Tengo que dejar de milonguear, aunque sea dos veces por semana, voy siempre cansado de trabajar, y me parecen raras las mañanas (…)" Es una sensación que muchos milongueros hemos sentido alguna vez…

JUAN (J):  Yo creo que todos hemos pasado por esa fase de querer asistir a todas las milongas todos los días casi con desesperación. Son fases que uno atraviesa en el baile. Hay gente que se queda en esa cuestión y otros que no.
Ahora estoy bailando dos o tres veces por semana, pero he tenido temporadas en que iba a trabajar y dormía dos o tres horas, aunque no eran todos los días seguidos. Recuerdo viejos milongueros que me decían que empezaban a bailar el viernes y seguían de caravana cuatro días seguidos. Hay también por ahí mucha fábula sobre los viejos milongueros que lo resistían todo…

- La parodia se hace más evidente cuando en un momento de la canción das a entender que tienes que dejar de trabajar para asistir a las milongas, eso tiene su gracia… aunque se entrevé al mismo tiempo quizá una adicción.

J: Hay gente que se mantiene en esa tesitura y que piensa que toda la vida es tango cuando, en realidad, hay tantas cosas de las que disfrutar… Es como si para algunos el tango fuese una salvación o una puerta de escape que los saca de  la vida cotidiana. No es mi caso. En casa nunca escucho tango. Mientras trabajo escucho otros tipos de música.  Todo el rato con  lo mismo me aburriría.

- Aun así, tu cara cuando bailas resulta tremendamente expresiva y de transformación absoluta ¿Qué pasa por el interior de Juan Arias, cuando el baile dispara el botón ON?

J: No es algo consciente… son expresiones naturales… para mí el baile es una cuestión de gozo, de divertimento más que nada. Recuerdo que mis primeros maestros me decían que, cuando uno entraba a bailar, podía ser el peor bailarín del mundo, pero tenía que imaginarse como el mejor milonguero para proyectar eso a los que lo estuvieran viendo. Pensarte el mejor te hace sentir poderoso, fuerte en la pista. Es una cuestión de actitud que vale para otros ámbitos también.

- Tu estilo de bailar es muy propio: es una mezcla rara de elegancia, de milonguero tradicional y sensitivo con un toque bufonesco... Me gustaría saber cómo percibes tú tu baile.

J: El hecho mismo de estar bien vestido en la milonga es algo muy milonguero. Enrique Vila, un gran bailarín de Rosario que me impactó mucho decía que, por más que hubiese 35ºC en una pista, uno no se podía sacar la chaqueta nunca, porque era el distintivo del milonguero.
El tango me dio la posibilidad de engalanarme para ir a la milonga. Durante un tiempo no tuve motivos para vestir bien. Es como un ritual tanguero. Me gusta. Me siento armado con el traje.
Por otro lado, cuando uno baila de una determinada manera, es inevitable que se le escape su historia personal. Y la mía en el baile empieza con Michael Jackson, el Rock y el Break Dance. De ahí vienen muchos movimientos quebrados en mi baile, que traté de abandonar, pero que me persiguen.

- Pues incluso con esas influencias externas, yo pondría la mano en el fuego de que más de uno te votaría como prototipo de Gran milonguero... ¿Te reconocerías en esta denominación?

J: Bueno… en según que caso sí y en según que casos no… digamos que me considero milonguero, no sé si gran milonguero, pero sí un tipo de milonga. Si tuviese que regirme por algunos códigos estrictos, estaría más bien alejado de esa etiqueta. En Rosario, por ejemplo, nunca fuimos de “cabecear”, así que a veces cabeceo y otras saco directamente a la mujer a bailar. Hay algunos códigos que me parecen caducos, como por ejemplo el hecho de que los buenos milongueros tengan que ir siempre por el costado y los principiantes por el medio, es como si sólo hubiese dos carriles cuando en realidad hay muchos. Y que no se deba cantar el tango cuando uno baila. Siempre que sea al oído y afinado ¿por qué no?

- Con motivo de la presentación de tu grupo musical “Cardiotango Melancolic Band” escribiste: "Hace un tiempo el maestro Zappa se preguntaba: ‘¿Existe el humor en la música?’. La “Cardiotango” pregunta: ‘¿Existe el humor en el tango?" Ahora que hemos descubierto que sí, porque tú lo practicas frecuentemente en tus proyectos, nos gustaría saber cómo conjugas el humor con ese sentimiento triste tan particular que hay los tangos.

J: Depende de la época, el tango tuvo una carga u otra. Nosotros conocimos del tango esa veta nostálgica de la tragedia de vivir, del desengaño… son cosas que el tango en sus orígenes no tenía. A Borges le gustaba ese tango de los inicios, ése que además de ser violín, flauta y guitarra era un tango valeroso y alegre. Luego, a medida que el tango se fue desarrollando, fue cargándose de dramas. Era ese tipo de tango del que cualquier pibe joven decía “¡Esto es un rollo. No me gusta nada!” básicamente porque no teníamos tampoco la experiencia de vida para apreciarlo.

- Yo noto en ti una mezcla de humor con una reflexión más profunda en todo lo que planteas…

J: Sí… vendría a ser como las dos caras de una misma moneda, aunque considero que en mi caso tiende a prevalecer la vena humorística. Digamos que lo que tiene el tango es que está muy surcado de humor negro. Ahora mismo, en Buenos Aires, hay algunos cantautores que ven esa raíz cómica en ese trasfondo trágico. Lucio Arce, por ejemplo, hace humor con pequeñas tragedias personales y cotidianas,  aunque empezó Melingo… es una forma de afrontar la tragedia y que caiga mejor. La sociedad Argentina siempre está abocada a la catástrofe y encima los argentinos pensamos que somos el centro del mundo, cuando en realidad somos como los demás. Es una cuestión cultural. Teníamos el típico saludo que decía “¿Cómo estás? – Mal, pero acostumbrado”. Era pesimista, pero por lo menos humorístico…

- Hace ya tiempo que vienes contemplando estos dos sentimientos aparentemente contradictorios. En octubre de 2007  decides crear el blog "La bata de Lusiardo" que tú mismo defines como “EL UNICO BLOG HUMORISTICO SOBRE LA MILONGA, CON SITUACIONES Y PAYASOS INVENTADOS Y OTROS IMPORTADOS DIRECTAMENTE DE LAS MILONGAS.” Me gustaría que nos explicases el título de este blog y a raíz de qué necesidad personal surge esta iniciativa.

J: Lo del blog fue más bien por el hecho de que, desde hacía algún tiempo, me había embarcado en proyectos literarios que nunca llegaba a finalizar. Entonces, cuando apareció la posibilidad a nivel tecnológico de hacer algo en un blog, mucho más ligero, portable y fácil, encontré la forma idónea de canalizar esa frustración y de dar a conocer mis escritos de manera más directa.

- El personaje que aparece en el título supongo que es Tito Lusiardo...

J: Así es… Escogí como referente a Tito Lusiardo porque además de ser un gran bailarín, era el compañero de Carlos Gardel. Siempre aparecía en las películas con él. Estaba en segundo plano, pero era el que se enteraba de todo. Lusiardo era el que veía todas las jugadas.

- ¿Y de dónde surge la bata…?

J: Tiene que ver con el hecho de imaginarme a Lusiardo en casa. Él está sentado en el sofá con la bata, con los pies encima de un escabel y está mirando lo que pasa en la milonga, como si fuese un espectador.

- ¿Consideras que la vía del humor es la más eficiente para tratar los grandes temas o  aquéllos que pueden generar controversias?

J: Quizá es la menos discutida. La que te permite tratar los grandes dilemas de la humanidad y sus miserias y flaquezas sin herir demasiado al que se siente reflejado. Y darle materia para una reflexión más profunda.

- Reírse tanto del tango debe de haber molestado en parte a los que se toman el baile como algo sagrado… ¿cuál ha sido la reacción a tu propuesta?

J:   Hasta el momento no he recibido amenazas de muerte, ni malas caras, ni comentarios malos. Yo mismo inserto algunos comentarios en contra y humorísticos, para que se vea que uno debe permitirse caer en el ridículo y situarse en su ínfimo lugar en el mundo.

- ¿Hay alguna cosa en el tango que no te inspira humor sino que más bien te incita a llorar?

J: Cuando bailo incluso me da por cambiarle la letra a algunos tangos, pero hay algunos que son tan serios que no los cambio nunca. Por ejemplo tangos terribles de Discépolo o Gardel con los cuales no se puede hacer ningún tipo de humor.  Esas letras que hablan de decadencia de gente o de tiempos pasados, del “dolor de ya no ser” no dan para hacer humor… hay tangos que incluso bailamos sin saber su historia o sin detenernos en las letras.
Por lo general yo nunca hago humor de los tangos en sí, sino de las actitudes de algunos y de lo que veo en determinados personajes que, por demasiado serios, caen en el ridículo. El tango genera situaciones que se meten a veces directamente en el humor. Siempre es un disparador de cosas: escuchar algún comentario en las milongas que me parece gracioso y lo que se desprende a partir de él. Le preguntaban a Woody Allen si todo lo que había en sus películas era lo que le había pasado. Y el decía “No, es lo que inició la historia y todo lo que me imaginé después.”

- En tu humor siempre queda un poso amargo, uno se ríe, pero luego se queda con un nudo en el estómago, quizá porque tocas temas sensibles que afectan a todo ser humano…¿Tú cómo lo percibes?

J: Sí, cuando uno escribe también se pone en el lugar de los otros, por ahí lo que uno está escribiendo tiene que ver con la historia de otra persona, una historia bastante trágica… Uno se pone como espectador, se para a un costado y lo ve con cierto humorismo y cinismo. Pero a la vez, tiene que ver con los temas universales de la Literatura que son tres o cuatro: la traición, el amor, la incomprensión, la soledad, el paso del tiempo… y el tango está hecho de eso. Más allá de que uno intente hacerlo con humor, ese poso de tragedia está ahí.
Todos buscamos algo, en el tango o fuera de él, sea el cariño, sea la aceptación… y muchas veces eso no sucede. Entonces queda ese poso ahí, como un sabor amargo. De hecho, no hay jubilación de milongueros. He conocido a viejos milongueros a los que se les pasó su tiempo y los tipos de la nueva generación no sabían quiénes eran y no los respetaban. Esa era su tragedia y su fuerza, porque se resistían a dejar de bailar, aun sabiendo que no podían. Y ese tema del paso del tiempo está contemplado en los escritos también, en ese momento alegre que un día se va y se desvanece.

- Me gustaría ir ahora al Juan cronista de las milongas. En tu escrito LUCHA LIBRE EN LA MILONGA DEL ORIENTAL planteas en forma de parodia el caos que se genera en las pistas de baile. Escribes: Riquelme ha aunado sus dos pasiones, el tango y la lucha libre y ha montado un espectáculo de Catch: "Titanes de la milonga", con luchadores y pesos pesados del tango que se hacen tomas inverosímiles como El triple sanguchito de Plutón o  El gancho Jorilastico por citar algunas tomas que escapan a cualquier clasificación". ¿Puedes comentarnos algunos pecados veniales o mortales que se cometen en las pistas de Barcelona?

J: Creo que  hay mucha gente que no va a bailar, que quiere mostrar y mostrarse sin llegar a disfrutar. Eso es para mí algo terrible. Y el hecho mismo de que muchos también hagan una especie de marca demasiado fuerte en la compañera para demostrar que saben mucho y le impidan disfrutar del baile… o que no le den a ella tampoco el respiro ni la pausa que necesita para bailar… Otro pecado mortal es el hecho de ser un pesado de la milonga o creerte irresistible en el baile y en la vida, ¿viste? Hay mucha gente que piensa que porque baila medianamente bien puede enamorar casi a la compañera/o, y  por ahí, el que baila con uno sólo quiere bailar, sacarse de encima un día horrible. Eso lo hace caer en el ridículo.. Esto es una premisa que tiene que ver también con lo que yo escribo: uno siempre va a ser payaso para alguien, siempre.  Y criticar a otros sin tener en cuenta esta premisa es un poco triste. Pero no es algo específico de aquí. En todos lados hay grandes bailarines, criticones,  principiantes, payasos y  estrellas.

Foto: Claudia Schmidt


- En otro escrito, "MANUAL DE PASOS UTILES PARA PRINCIPIANTES", te ríes de algunas estrategias pedagógicas para aprender tango y de la actitud de quienes recurren a estas propuestas: “estos engendros (Manuales de Pasos) se venden como sistemas de enseñanza provocando que se desvirtúe una disciplina tan compleja como es el tango. Incapaz de entender el manual, Sandrino no hizo ningún esfuerzo consciente por meterse de lleno en el universo de la verdadera milonga, que se reparte por casi todo el globo, limitándose a mezclar pasos y figuras como  hace con sus baratos perfumes y con sus lamentables libros". ¿Crees que hay muchos ‘Sandrinos’ sueltos por las academias y milongas de Barcelona?

 J: Hay algunos. La mayoría de gente que trabaja en el tango son profesionales y saben lo que hacen, pero hay muchos que convierten el tango en su modo de vida y, teniendo muy poco tiempo de baile, se ponen a enseñar cuando no tienen ningún tipo de calidad ni de pedagogía. Mucha gente, por ignorancia, dice: “Yo voy a enseñar tango argentino en Europa” sin saber que por aquí pasan los mejores profesionales que llevan mucho tiempo bailando. De ésos hay bastantes, lamentablemente. Es una pena. Y también hay mucha gente que, en vez de preocuparse por la técnica y por enseñar a sentir la música o a caminar en el compás, se dedica a pasar figuras y a hacer pasos.

- A mi entender, el Juan escritor combina el humor, pero de tanto en tanto le sale la vena más profunda y existencial,  una especie de visión idealista, quijotesca... desde esta segunda perspectiva ¿qué te gustaría cambiar del tango en nuestro contexto local…?

J: A mí me gustaría que hubiese mucha más gente bailando. Que fuera mucho más grande el ambiente, que pudiéramos darnos el lujo de que fuera más rico. Barcelona se alimenta mucho de la gente que va y viene, pero en sí, el núcleo que baila es más o menos el mismo. Parece que tiene que ver también con una cuestión de facciones, si bien el tango en la ciudad no es tan desunido como en otros lugares que he visitado, sí que hay algunas fricciones y tiranteces. Si el ambiente fuera más cohesionado, me parece a mí que habría más gente bailando. Más que esa cuestión de pertenencia sería hermoso el orgullo de decir “Nosotros bailamos tango en Barcelona y somos todos”. Eso estaría mejor. Sería mucho más lindo. Y también me gustaría que pudiésemos escuchar más en las pistas a (Astor) Piazzolla, en vez de ir a una milonga de tanto en tanto de Tango Nuevo. Eso es lo que me gustaría a mí, que empezáramos a permitirnos experimentar con otras cosas, más allá del milonguero tradicional.

- Además de tu blog y de haber participado puntualmente en algunos espectáculos, recientemente has creado con otros dos compañeros el grupo de música “CardioTango Melancolic Band. Este proyecto sigue en parte la dinámica de parodia que ya se entrevé en tus escritos. Y recuerda un poco a las propuestas del absurdo del grupo DADA, también por el juego con las letras...  ¿Es porque estamos también en una nueva época social absurda...?

J: Lo que sucede es que todas las épocas han sido absurdas. La existencia misma se ha transformado en algo absurdo por determinadas cuestiones de tener o no tener cuando antes sólo era cuestión de vivir y sobrevivir, no había otra cosa. Ahora hay tantas comodidades, tantas ofertas de ocio… que para unos la preocupación es sobrevivir y para otros la preocupación es cómo pasárselo bien de la mejor manera posible. La existencia  se ha transformado en algo que muchas veces no tiene sentido porque no se aprecia. Parece absurdo que lo que antes era una cuestión de “vivir” se haya transformado en una cuestión de “tener”. Y nuestra sociedad actual tiene que ver con esto. De todas formas, en la CardioTango hay líneas diferentes a nivel espectáculo… Por un lado, están los temas que son cómicos y que tienen que ver con esos tangos que cantaba Rivero… Por otro lado, están las pequeñas viñetas o aguafuertes humorísticos que intercalo con algún recitado poético con  acompa-ñamiento.  Y por último, tenemos los tangos que son y suenan cuadraditos para bailar. Tratamos de aunar todo eso.

- En una de las canciones que interpretáis dices "Procuro olvidarte y llega Pugliese y entonces comprendo que te necesito"... Pobrecito (Osvaldo) Pugliese… aquí aparece como ese personaje tentador que no te deja desvincularte del tango… ¿Por qué le has otorgado a Pugliese ese rol?

J: Pugliese es para mí el referente de lo más emocional, incluso cuando en el tango uno quiere tener una historia con una chica va a ver si la puede sacar en el Pugliese. Es evidente que nuestro tema, más allá de la letra original que es muy antigua, habla de un hombre que ha perdido a la chica que amaba. Se separaron, y él va al tango tratando de buscar otros amores y de pasarlo bien, pero siente la pérdida porque quizá empezó la historia de amor con Pugliese y el tipo lo escucha en la milonga y luego se va caminando solo a casa sintiéndose vacío.

- Pues a mí me ha dado ahora por pensar que un buen tema para tus letras sería el encuentro con Discépolo… ¿Qué estrategia utilizarías para cambiarle el humor a este señor tan desengañado del mundo y de los hombres?

J: ¡Ufff! No sé… casi todas las letras de él tienen que ver con una tristeza terrible en las que cada tanto aflora el humor… con ese tipo de personajes uno sólo podría sentarse a escucharlo y disfrutar del momento. Con los grandes poetas y con los grandes artistas creo que no se podría meter ningún tipo de baza, solamente disfrutarlos. Supongo yo que en el trato normal sería un hombre como todos, que ese desencanto de vivir lo decantaba hacia el arte. Hay gente con la que uno querría ir a tomarse una cerveza amistosamente, escritores o cantores con los que uno se sentiría como amigo, sin haberlos conocido. No me pasa con Discépolo. Y sí con Castillo.

- He notado también que hay una tendencia en tus propuestas a parodiar y homenajear a grandes figuras del tango. Por ejemplo en aquella actuación donde apareciste con Yanina Marini, representando a Gardel y ella a Tita Merello. ¿Cuál es el director de orquesta o el bailarín al que te gustaría parodiar ahora? Uno para vengarte y otro para homenajearlo.

J: Actualmente Yanina y yo estamos trabajando en nuevas minutas. Pero están aún por concretar. Personalmente, me gustaría homenajear a Tito Lusiardo y a Alberto Castillo.
En cuanto a la cuestión de la parodia, yo creo los Estravaganza tango de Berlín, podrían ser un buen ejemplo…

- Después de tantas parodias que viven otros personajes, nos queda recurrir a las tuyas, ¿Cuál es la situación más cómica que te ha pasado a ti en todos estos años que llevas milongueando…?

J: ¿La situación más cómica…? yo creo que la más cómica de todas siempre ha sido la de mi primera milonga, pero es una tragedia. Era una milonga donde vi milongueros de verdad que iban a bailar. Caí en esa milonga y me di cuenta  de que el tango era otra cosa, no lo que me estaban enseñando. El tango era más profundo. No era mover sólo los pies sino todo el cuerpo. Cuando empecé a sentir el sudor frío de no saber para dónde ir, que los pies no me respondían y que aparte el abrazo no me servía para nada, estaba como petrificado en la ronda y todos me miraban. Eso era cómico, pero era terrible. Nunca me caí. Hay gente que también se ha caído bailando… La que bailaba conmigo me decía “Marcame algo, marcame algo…” Y yo pretendía que la marca fuera con la mano… cuando es la intención del cuerpo lo que marca más que nada.

- ¿Y la situación más “melancolical”…?

J: Una vez fui a una milonga domiciliaria con una chica. Habíamos estado saliendo un tiempito y me acuerdo que ella, como a las cinco de la madrugada, se fue con otro y me resultó una situación triste, de estar solo en la milonga. Y volverme a casa con el sol bastante alto.
Más que mías, recuerdo situaciones melancólicas que me han provocado otros. Por ejemplo un hombre que empezó a bailar conmigo. Era un gran milonguero, pero había formado pareja en el tango y luego se separaron. No lo pudo encajar bien. Se volvió completamente diferente, hecho una ruina,  hasta para bailar… Y la gente que no lo conocía decía “Este payaso borracho”. El tipo estaba incluso dando lástima y siendo muy pesado en el baile para la gente que no lo conocía. Creo que no se recuperó todavía. Sigue estando ahí. Coincidí con él en Rosario. Lo saludé, vine a sentarme con él, y me dijo “Yo vengo aquí a la milonga porque hacen unas empanadas bárbaras”. Iba a la milonga a comer empanadas y a no estar solo. Y en esa misma milonga apareció otro de los grandes milongueros que casi no bailó. Una chica joven le dijo que no. Ella no sabía quién era aquel gran bailarín y el hecho mismo de volver él hasta la mesa tras el rechazo eso me causó mucha melancolía. Y también el caso de chicas que habían bailado mucho, pero ya no las sacaban. Y me decían “Yo no voy más, ¿para qué… para sufrir?”

- Aprovechando este retrato realista que nos explicas, me gustaría retomar al escritor profundo. Encontré entre las diferentes reflexiones que has dedicado al tango ésta que me ha llamado especialmente la atención y con la que desearía acabar esta entrevista. Dices:  

“Entonces, un día, quizá a los 26 o 27 años luego de comprender que lo que ocurría era la vida, pero la vida real y no la que cuentan los libros uno descubrió que el tango no solo eran “grandes Valores”, sino otra cosa, algo mas profundo y misterioso...“

¿Qué es para ti en estos momentos de tu vida eso tan profundo y misterioso que aún tiene el tango?

J: Cuando uno se acerca al tango es como algo mágico. He tenido épocas en que sólo era el tango, no lo podía compatibilizar con otras cosas mías. Creo que ahora es más equilibrado. Es una cuestión más de encuentro, porque ahora conozco mucha gente en el baile. Ahora disfruto de otra manera, como si el tango fuese una cuestión de algo que te es propio y uno forma parte de eso. Siempre queda algo de misterio, porque uno nunca sabe lo que puede llegar a suceder en una noche. Es el momento… Antes el tango era misterioso por lo desconocido, ahora es mágico porque no sabes qué va a pasar mientras estás bailando. Capaz que en un momento ves una pareja bailando y te maravillan, capaz que escuchas un tango en guitarra y te fascina… no sucede siempre, pero a veces sí, nunca se sabe… El tango forma una parte importante de mi vida. Supongo que bailaré bastante, estaré por ahí en las milongas… y de vez en cuando me seguiré sorprendiendo o fascinando.







martes, 11 de agosto de 2015

ENTREVISTA A NORMA DEPAOLA Y JOAN MORENO


    Organizan desde hace quince años “La milonga del Ángel”: un sitio acogedor, milonguero, de ambiente familiar y con una selección cuidada de tangos. Son dos almas jóvenes, personas detallistas, movidas por la curiosidad... de ese tipo de gente perseverante y laburante que bajan los sueños al piso y luego los habitan y defienden contra viento y marea. Norma y Joan nos abren las puertas de su milonga cada domingo, en la Casa de Murcia, como si fuese el propio hogar. 
Ellos son casi veinticinco años de historia del tango en la ciudad, de tango vivo, y del tango que está por llegar. 

Foto cedida por gentileza de Norma Depaola y Joan Moreno


  -    ¿Cómo comenzasteis a familiarizaros con este baile en un momento en que en Barcelona no había milongas ni iniciativas asentadas?    

- Norma (N): Aquí tenés dos historias diferentes para el tango. Por mi parte, yo viví el tango en dos etapas: una en Buenos Aires y otra en Barcelona. En 1981 vine a Europa a trabajar, a vivir, a viajar… y en esos momentos pasé también por Barcelona. Después volví a Buenos Aires y estuve allí siete años.
Yo no bailaba tango, el tango lo vivía por ser porteña, porque mi papá fue muy buen bailarín y yo lo veía bailar en los casamientos.
Cuando regresé a Buenos Aires, retomé el teatro, había estudiado años antes la carrera de actriz y ya llevaba varios años trabajando de eso, y me acerqué al mundo del tango como un complemento de la actuación. Allí empecé a bailar. El tema me atrapó y lo desarrollé… hasta que en el año 92 decidí volver a Barcelona. Coincidiendo con mi regreso, me enteré de que “Patio de Tango” celebraba su primer año de vida y decidí ir a la celebración. Allí estaba Coco Días y toda la gente que generó esta asociación. Éramos veinte gatos locos…

-    ¿Y cuál fue tu primer vínculo con el tango, Joan?

- Joan (J): Mi entrada en el mundo del tango fue por una casualidad…

- N: Pero dile… dile por qué te acercaste de verdad… porque se ligaban mujeres… ¿no?...

-    J: ¡No! a ver… A mí un amigo me decía “Joan, ¿Qué hacemos?” Yo acababa de salir del conservatorio y me faltaba actividad. Un día me llama este amigo y me dice: “Me he apuntado a un curso de salsa”. Pero a la semana siguiente cambió de opinión y me comentó: “¡Oye! ¿hacemos tango…?” Entonces yo le dije: “¡Vamos a probar eso del tango…!” Fue en el año 93, allí conocí a Norma. Primero nos hicimos amigos y ya con el tiempo nos convertimos en pareja.

-       Así que en tu caso no hubo ningún referente o historia familiar…

-       J: Una cosa es cómo me acerqué yo al tango como actividad sociocultural y otra es cómo me acerqué yo a la música de tango. En el conservatorio, nosotros hacíamos una asignatura que se llamaba “Formas musicales” que consistía en analizar la música: qué pasa con ella, qué forma tiene, qué lenguaje… Tuve en esta materia a un profesor que nos hacía escuchar temas de Astor Piazzolla. Este autor tiene un lenguaje muy propio: su música no es tonal ni es atonal, sino que es una música muy personal, con un lenguaje muy propio. El profesor nos lo mostraba como ejemplo de eso. Yo no entré al tango escuchando a Juan D’Arienzo, sino a Astor Piazzolla.

-        De ahí el nombre de “Milonga del Ángel”…

-        N: ¡Sí, Claro!

-        J: A mí Astor Piazzolla me ha gustado siempre y a Norma también. Piazzolla tiene dos caracteres en el tango: uno con mucha fuerza y otro muy romántico. Las piezas románticas, como el “Oblivion” o “Milonga del Ángel”, son preciosas. El nombre de la milonga surgió de una manera espontánea: “¿Qué nombre le ponemos?... ‘Milonga del Ángel’, ¡Muy bien!, pues ‘Milonga del Ángel’…”

-       N: A mí el tema me encantó, pero en Argentina se dice que un ángel te trae suerte, y en este tema entonces se conjugaba todo.

-       Y no pensasteis que quizá algunas personas lo confundirían con el nombre del propietario…

-       J: ¡Sí!, eso tiene su gracia… A mí muchas veces aún me siguen diciendo “¡Hola, Ángel, ¿cómo estás?...”

-     Me gustaría que me contaseis más cosas de esos inicios… ¿Cómo os formasteis vosotros en el tango?¿Qué profesores y profesoras tuvisteis cuando empezabais?

-       N: En Buenos Aires yo empecé con Celia, es una profesora muy conocida allá. Tiene una milonga que se llama “En lo de Celia”. Luego estuve con Miguel Ángel Zotto, Pepito Avellaneda, Firulete… y también aprendí con los profesionales que traíamos a la Asociación Patio de Tango. 

-      J: En esta asociación lo que se hacía era invitar a profesores. Si sabíamos que había alguno interesante que pasaba por la ciudad lo llamábamos para dar un curso.

-      Esta primera asociación de tango fue determinante para el baile que vendría después…¿Cómo surgió la propuesta?

-     N: "Patio de tango" surgió por iniciativa de unos amigos: Antonio Sáinz, Víctor, Ester, Coco Días, Mariano, Dolors… luego llegaron Toni Barber y Fernando… Era un grupo de amigos que querían aprender y compartir tango porque les gustaba. Cada uno tenía su propia historia con el baile. Fue una pasión común, una cosa lúdica, entre amigos, sin ánimo de lucro. Realmente nos abrazábamos en aquel momento. Fue una época preciosa.

-      J: Nos lo pasábamos muy bien. A mí no me sabía mal organizar una milonga a fin de mes ni poner dinero de mi bolsillo. Lo hacías porque te divertías. Íbamos a limpiar, a organizar la milonga, a dirigir espectáculos, se hacían trabajos extras, se organizaban fiestas de disfraces…

-    ¿Y dónde estuvo emplazada esa asociación?

-       N: Primero fue en una sala pequeñita que nos dio el ayuntamiento, en la calle Regomir. Después en la sala Rudy Ventura, ahí se hacía una milonga cada miércoles.

-       J: Nos concedieron el piso de la calle Regomir porque el ayuntamiento daba a las asociaciones de la ciudad un espacio para poder reunirse y organizar actividades. El espacio que consiguió la Asociación de tango era un piso en el que había una sala en común para reunirse y guardar algunas cosas.

-       N: La segunda sala de tango que conseguimos fue la de Rudy Ventura. Luego, Toni Barber encontró la sala Lluis Millet en la calle Maspons y en esa sala Patio de Tango comenzó a hacer una milonga una vez al mes. Era una sala muy grande, de 350m2. Tenía un escenario grandísimo, donde hacíamos espectáculos. Pero tenía el inconveniente de que había agujeros en el suelo y no era una pista muy buena para bailar.

-     Cuesta imaginar que Patio de Tango acabase disolviéndose después de haber compartido tantas experiencias increíbles…

-       N: Bueno… como en todo grupo humano, con el tiempo empezaron a haber diferencias. Vino gente nueva y, después de trabajar dos o tres años sin ánimo de lucro, la gente empezó a cansarse. Algunos que llegaron después querían llevar Patio de Tango como si fuese una empresa. También había unas cuestiones ideológicas muy fuertes. Patio de tango duró unos ocho años (desde finales del 91 hasta el 99, momento en que se disolvió la asociación definitivamente). Pero ya en el 97 empezaron las discrepancias y, en el 98, Antonia Barrera y Juan Manuel Iguri consiguen un espacio en Casa Valencia. De ese modo, aparece en Barcelona la primera Milonga con ánimo de lucro.

-     ¿Patio de Tango no cobraba entrada?

-      N: No, todo lo que se cobraba en esta asociación se invertía en actividades. Por ejemplo, hacían un encuentro Madrid-Barcelona y el socio decía “ Como pagamos una cuota mensual, si se recauda algo de la milonga, podemos alquilar un autobús que nos lleve a todos al encuentro”. Era una especie de bote colectivo para los gastos.

-     ¿Y cuándo decidisteis  crear vuestra propia milonga?

-       N: Fue en el año 2000, se nos ocurrió a Joan y a mí buscar un espacio. A partir de ese momento me dije que yo no trabajaría más por amor al arte, que además de ser un trabajo que me gustaba, yo necesitaba vivir de aquello también.

-    ¿Dónde estaba aquella milonga que inaugurasteis en el 2000?

-      N: Nosotros comenzamos en el antiguo lavadero de Gracia. En la sala que hoy es la escuela Ramón Solé. Allí estuvimos tres años. Luego nos desplazamos a la Sala Lluís Millet. Tuvimos que pintarlo todo. La sala tenía una tarima ancha y gruesa que no te la podías cargar, era una maravilla de suelo, pero había que arreglarlo. Joan clavaba trocitos de madera en los agujeros y yo le ayudaba, tenía la espalda destrozada de agacharme... Hicimos instalaciones de altavoces, barnizamos el suelo… Trabajamos muchísimo…

-      J: El presidente un día nos hizo una entrevista, porque quería que yo montase allí una coral. Y en broma le dije “¿Por qué no hacemos tango? Mi mujer hace teatro y tango…” Y como ya había estado allí antes la asociación "Patio de Tango", llegamos a un acuerdo. Estuvimos tres meses en que yo iba  cada día a las siete de la mañana y a las tres de la tarde con dos paletas que pagaba de mi bolsillo para montar lavabos, montar las instalaciones, para arreglar el agua, porque no había agua… Pero mereció la pena, quedó maravillosa la sala.

-    Después de tanto esfuerzo y de que la sala quedase espectacular ¿por qué os mudasteis tres años después?

-     N: Fue debido al cambio de gobierno. Apostaron por entidades de la misma zona de Gracia. Había gente dedicada al teatro que quería tener un espacio propio, y les cedieron la Sala Lluis Millet.

-    Explícanos, Norma, cuándo comenzaste a dar clases… ¿Fue a raíz de tener la milonga o mucho antes?¿Qué recuerdos tienes de esos inicios como maestra?

-      N: Joan me tuvo que insistir para que yo hiciera clases de tango. No me atrevía sola. Ya había empezado a dar clases puntualmente antes de tener nuestra milonga, en el año 93, pero hacerlo regularmente en nuestro espacio sola… era otra cosa. Entonces me acordé de mi maestra Celia, que también impartía clases sola. Cuando empecé, tenía hombres y mujeres y enseñaba todos los niveles. Pero llegó un punto en que la gente se quedaba años, tuve alumnos tres años seguidos estando yo sola como maestra. Entonces llegó el momento en que yo me dije “A ver… yo a esta gente… no sé qué más darles… Necesito la aportación de otros maestros”. Así fue como empecé a invitar a otros profesionales. La milonga del Ángel ofreció trabajo a mucha gente. Por aquí pasaron Raúl Mamone, Martín Pargana, Alexis Quezada, Marcelo Ramer… entre otros.

-    Y a la hora de dar clases, ¿cuál fue el profesor o la profesora que más influyó en tu manera de entender el tango y de enseñarlo?

-      N: En mi caso fue Celia. Ella daba las clases sola y hacía de hombre y de mujer. Yo creo que una mujer puede enseñarle mucho a un hombre. Hay gente que piensa todo lo contrario… yo pienso que una mujer, desde el lugar de la mujer, le puede enseñar cómo le gustaría sentirse abrazada, cómo desea ser conducida, el respeto… porque hay hombres que no te respetan cuando bailas, no te dan tu tiempo, es sólo el tiempo de él… Eso no quita que un hombre aprenda también de otro hombre.

-    ¿Qué consejo le daríais a la gente que empieza a bailar?

-     N: Que sientan placer y que disfruten en el aprendizaje. Yo soy de las que disfruta cuando aprende y, si no me es fácil, me gusta más. Si la gente quiere algo fácil y rápido de un mes que no entre en el tango, porque no es el caso, es una danza demasiado rica para aprenderla en tan poco tiempo.

-     J: Cuando te apasionas por algo, lo que te dan siempre lo percibes en positivo, porque estás proyectándote en algo que quieres aprender. Entonces, aunque te lo pongan difícil, tú no lo ves así.

-    Y el hecho de haber sido actriz ¿ha influido en tu manera de entender tango?

-    N: Muchísimo. Lo primero que me sirvió de actriz para el tango fue desmenuzar los personajes. Cuando aprendía tango descomponía el paso, la postura, la expresión corporal del teatro me servía… por otro lado, yo hice cosas muy en paralelo de cuerpo con el tango: ejercicios de relajación para problemas de espalda torcidas… y me beneficié de otras técnica como el Tsiatsu. También les decía a mis alumnos que el tango es teatro: hay una composición de personaje cuando uno baila. Si tú quieres tener como hombre una postura un poco chulesca… como tiene el caminar en el hombre de tango, tenés que creerte un poco más chulito. Si la realidad no te la da, hacé un poquito de teatro, creete ese personaje.

-    Dependerá también de la orquesta y del tango concreto que se esté bailando…

-     N: ¡Claro! El que baila canyengue está desarrollando una auténtica composición corporal…

-      J: Y no es lo mismo bailar un Osvaldo Pugliese que un Rodolfo Biaggi… ¿ves? ése es otro tema interesante: el de la música…

-      Ya que has sacado el tema, Joan, podrías explicarnos resumidamente tu labor como musicalizador… ¿Cómo organizas una noche de milonga?

-     J: A la hora de poner música durante una noche yo pienso que hay tangos que tienen que estar. Por ejemplo, “Una fija” de Carlos Di Sarli, o un “Tigre Viejo” de Osvaldo Fresedo… y hay otros tres o cuatro tangos más que incluyes porque te dices “ésos van a quedar, van a gustar seguro”. Yo pienso en las dieciocho tandas, pero no hay una regla fija. Lo que hay es un “en función de…” y a partir de eso tienes varias opciones. Puedes empezar por una Guardia Vieja o al revés… La única regla vendría por lo que tú quieres conseguir esa noche. Y eso dependerá del espacio donde vas a musicalizar, del tipo de  gente que va a venir… Con el tiempo percibo esto. Ahora voy a una milonga y rápidamente me digo “Ya sé con qué empezar” por la luz, por el espacio… lo intuyo.

-      Se nota que hay amor en vuestro trabajo… ¿qué momentos aparecen instintivamente cuando recordáis vuestra historia de tango?

-     N: Momentos bonitos… hubo muchísimos. Cada domingo me lo paso “pipa” en la Milonga del Ángel. En teatro me inculcaron una cosa: que cuando tú te lo pasas bien con lo que estás haciendo, el espectador va a disfrutar. En el caso de nuestra milonga, yo creo que el trabajo es mutuo, reconozco que hay un trabajo, pero también siento que hay una aportación de la gente.

-    Si tuvieseis que explicar a alguien qué es la Milonga del Ángel ¿qué le comentaríais que es?

-    J: Yo creo que es un lugar de encuentro, donde la gente viene a pasárselo bien, donde te vas a encontrar con el tango y tienes además una buena clase de técnica y una buena milonga.

-    N: (un silencio, con emoción) Pues yo te lo digo a mi forma: para mí es como si abriese las puertas de mi casa. Es exactamente lo mismo. Yo la limpio como limpio mi casa, la arreglo como arreglo mi casa…

-    ¿Y cuál es la faena semanal que no se ve para mantener a punto esa casa-milonga?

-      N: ¡Ufffff!...

-      J: La milonga es el domingo, ¿no…? pues de lunes a sábado siempre hay algo…

-    Por ejemplo…

-     N: Ir a comprar las velitas, lavar los manteles y plancharlos porque alguien tiró la bebida… crear la publicidad, mandar e-mails, arreglar presupuestos, contactar con gente, ir a reuniones… llamar a la Casa de Murcia para saber qué actividades hay… ir a descongelar la nevera, limpiarla…

-     J: Arreglar el altavoz que no funciona… o el ventilador … y cuando llega el domingo, vuelves a montarlo todo: mesas, sillas… y al finalizar, vuelves a ordenar otra vez la sala.

-     N: No hemos tenido la suerte de encontrar espacios que no tuviésemos que montar…

-      J: Llegar al sitio y decir “Sólo hay que encender las luces”…

-    ¿Y a quién o a quiénes  daríais las gracias por todos estos años de tango?

-      J: Sobre todo yo se las daría a quienes nos siguen, a la gente que nos valora, que viene a nuestra milonga y está  a gusto con nosotros.

-      N: En mi caso, me adhiero a lo que dice Joan, pero también le daría las gracias a mis “enemigos”. Todos de alguna manera me enriquecieron.

-    La comunidad tanguera está creciendo últimamente poco en Barcelona… ¿Cómo os imagináis el futuro del tango en la ciudad?

-    N: Imprevisible. Lo que va a pasar de aquí a unos años depende de varios factores: social, político, económico… Lo que está pasando en estos momentos es que se está viviendo una situación social muy complicada, una crisis económica aguda que, sumada a la cantidad de profesores que hay en estos momentos, hace que sea imposible generar más gente. Cuando yo empecé a hacer clases, tenía un promedio de cincuenta alumnos, pero esos cincuenta alumnos empezaban y continuaban curso tras curso. Y así se iban sumando cada año otros cincuenta alumnos que empezaban. Pero era un momento donde el baile de salón tenía mucho auge y económicamente se estaba muy bien.

-    J: Puede ser más complejo. Pienso también que hay una cuestión de modas. En un determinado momento se puso de moda la salsa, el tango tuvo también su fuerte en un periodo concreto. Ahora no está tan de moda, pero va a quedar siempre, aun siendo un baile de minorías.


-    Y dadas estas dificultades que planteáis… ¿qué se podría hacer?

-    N: Yo estoy en contra de que se hagan clases gratuitas. Creo que algo hay que cobrar… Siempre fui partidaria de “Cosas gratis: No, más económicas: Sí”. El trabajo de uno hay que valorarlo. Cobrar una clase a tres euros no es valorarlo, sería infravalorarlo, pero de alguna manera estás cobrando algo y te adaptas a una realidad.

-    J: Como se pierda la gente que enseña bien, con profesionalidad, ahí es donde el tango se va a perder…

-   Pues no parece nada fácil dedicarse y vivir de esto…

-    N: Ahora me podrías preguntar ¿por qué sigues en el tango… si hay muchas cosas que no te gustan…? Entonces la contestación sería porque es una cosa que aún me gusta, porque disfruto con mi trabajo y porque todavía encuentro gente linda. Pero eso no quita que pueda hablar de todas las cuestiones negativas que veo en este ambiente donde yo participo.

-     J: En el tango se forman grupos. Yo los llamo “microclimas”. Estos “microclimas” se generan y luego se destruyen y a la vez se retroalimentan y se vuelven a generar otros nuevos. Son grupos que constantemente se están destruyendo y construyendo...

-     Curioso fenómeno... ¿Y por qué sucede eso en el tango? ¿A qué lo atribuís…?

-       J: Se da en todas las relaciones humanas.

-     Vayamos entonces a los “microclimas” pero a menor escala: el de las parejas… Para finalizar esta entrevista me gustaría  que nos dijeseis ¿con quién  bailaríais vuestro último tango y qué tango sería?

-     N: Con mi marido. Sería un tango picadito.

-      J: Yo bailaría “Toda mi vida” de (Anibal) Troilo, aunque también me encanta “Tigre Viejo” de Osvaldo Fresedo…

-     N: A mí hay un tango que siempre me va a quedar pendiente. Es el tango con mi papá, tiene muy mal las piernas. Ése es el tango me va a quedar toda la vida…


Foto cedida por gentileza de Milonga del Ángel