martes, 8 de septiembre de 2015

ENTREVISTA A PACO Y LUNA



Foto: Júlia Peralta

  Hace aproximadamente doce años que esta pareja se inició en el mundo del tango por separado. El baile los unió en la vida y también en las diferentes pistas de baile donde habitualmente se abrazan para dar rienda suelta a su pasión.  “El tango se nos ha metido dentro” asegura Luna de forma contundente, dice que el tango es como un amante dispuesto y entregado. En cambio Paco prefiere verlo como algo parecido a una carrera en la que siempre quedan cosas por aprender y practicar. Son historias diferentes que coinciden y se entrecruzan en un momento, como si fuese un presagio que se cumple con los años. Ambos  confiesan haber escuchado durante su infancia muchos tangos, ambos tenían padres enamorados de este baile. Sólo cabía esperar que el baile surtiese su efecto mucho más tarde.   
  Sin abandonar la compostura, elegantes y conjuntados, visitan asiduamente las milongas de Barcelona. Ella parece una actriz de Hollywood a lo Rita Hayworth y él un galán de tango de los años cuarenta. Son una pareja de postal. Y aunque confiesan que prefieren bailar juntos, Luna se pone contenta cuando suena una milonga. Le toca entonces representar otro papel: el de “Leader”. La joven enamorada del espectáculo se levanta de la silla y va a buscar a alguna mujer para bailar. Se siente orgullosa de haber aprendido por su cuenta a conducir. Escucha la música, escucha a la chica, le pone sentimiento e intención y se dispone a crear su baile tan particular.




- Me gustaría comenzar esta entrevista preguntándoos qué personas o acontecimientos propiciaron que entraseis en contacto con el mundo del tango.

Paco (P) – Yo empecé en el mundo de tango siendo ya mayor. Un día vi bailar en la catedral a Claudio (Frost) y a Yanina (Meisinger). Hicieron dos o tres tangos y después pasaron con la gorra para recoger dinero. En ese momento yo hablé con Claudio y él me propuso asistir a sus clases. Enseñaban en el Convento de San Agustín que está en la calle Comerç. Debía ser en el año 2002 ó 2003, no recuerdo exactamente…

- Pero esto no guarda relación con el ambiente tanguero familiar… Una vez me comentaste que tu padre bailaba tango…

P- Así es, mi padre se dedicaba al tango profesional. Fue campeón de España en los años treinta, antes de la guerra. Era de Zaragoza, un lugar con fuerte tradición tanguera.
Él conocía el mundo del tango muy bien, demasiado bien, y por eso no quiso que yo entrase en ese mundo. Se dedicaba a sacar a las chicas a bailar, era una especie de “Taxi boy” de la actualidad. Antes, cuando las mujeres iban al baile, compraban unos tiques y con ellos tenían derecho a una o varias tandas. Mi madre compró todos los boletos para bailar con mi padre y así surgió su historia de amor.
Yo recuerdo que hacían muchas fiestas de baile en casa. Escuchaban a Carlos Gardel, el “Yira, yira”…

- Esta experiencia familiar dejó al menos el poso de la música…

P- Sí, muchos tangos me sonaban… Lo que era difícil en aquel momento no era escuchar  la música, sino aprender a bailar. Mucha gente hacía cosas que no salían y a veces se fijaban en alguien que venía de afuera. Luego probaban por su cuenta y decían “¡Mira qué ha salido…!” Era un poco como los viejos milongueros de Argentina, que se inventaban los pasos.

- Y tú cómo comenzaste, Luna ¿tuviste también algún referente familiar?

L (Luna) – Yo recuerdo que cuando era pequeña había tradición de tango en Barcelona. Me acuerdo que mi padre ponía música de tango y se le saltaban las lágrimas al recordar cuando tenía veinte años y bailaba. Así que la música de tango yo ya la tenía incorporada.
Era la moda del momento, mis padres iban a bailar y siempre acababan las fiestas con algún tango.
Pasaron los años y yo me dediqué al espectáculo. Era transformista. Trabajaba como actriz que imitaba a Edith Piaf, Charlot… y más gente conocida. Pero estaba en grupo. No solamente hacíamos eso, sino también cabaret alemán dentro del Show.
Cuando lo dejé pensé: “El tango es un sustituto perfecto para mí”.

- ¿Y qué le encontraste al tango para saber que era lo tuyo a partir de aquel momento?

L- Le encontré todo. Cuando vi este baile en una competición que se retransmitía por televisión pensé: “Ya es tarde. Deberías de haber empezado muchísimo antes”. Pero había estado ocupada con la actuación. Sin embargo, tuve claro que el tango me iba a llenar ese sentimiento de falta de escenario.

- En vuestro caso, cómo se fue construyendo la pareja de baile ¿fue una conexión y comunicación profunda desde el primer momento o se fue gestando con los años?

P- Yo estuve unos cuantos años bailando solo. Sacaba a otras mujeres a bailar, porque Luna y yo empezamos por separado, nos conocimos ya en el tango. Como yo ya estaba jubilado, tomaba clases y salía a bailar a diario. Conocí a mucha gente entonces. Ahora ya es distinto. Estás más reposado y te tienen más “amarrao”.

L- Yo creo que hay que comentar varias cosas sobre este tema. Hay parejas que bailan casi todas las tandas con otra gente y hay otras que prefieren bailar con su pareja y puntualmente con otras personas. Nosotros somos de los que preferimos bailar juntos, aunque si nos saca alguien… el feo no se lo vamos a hacer… Yo considero que si tengo una pareja el sentimiento de tango lo quiero con mi pareja. Además, esperar sentada mientras él está bailando toda la noche con otras y tú te encuentras en la misma situación que cuando estabas soltera… pues no es plan. A mí me parece que esto no debe funcionar así.

- ¿Cómo empezasteis vuestro aprendizaje?

L- Cuando dejé de actuar y estaba de vacaciones en el País Vasco salió en la televisión una competición de tango. Entonces yo pensé “Bueno, ¡ya es la hora!” Y cuando volví a Barcelona le dije a mi hija: “Yo el tango lo tengo que aprender como sea”. Ella estaba saliendo con un chico sueco, de padre argentino, y me comentó que cuando su novio estuvo en Barcelona había tomado clases con Vicenç Arranz. Me dio el número de teléfono de este profesor y lo llamé. Daba clases, junto a Diana Morris, en un centro cívico que había en las Aterazanas. Más o menos fue cuando Paco empezó, sobre el 2002 ó 2003.

- En tu caso, ¿qué facilidades viste por el hecho de haberte dedicado anteriormente al espectáculo?

L- Yo encontré toda la facilidad… a nivel musical, de sentimiento… porque yo me muevo por sentimiento.

- Supongo que principalmente la facilidad de interpretar…

L- Sí, lo que sucede es que para mí el tango es una interpretación natural. Yo le doy mucha importancia a la actitud del baile. En cuanto te pones delante del hombre esa actitud tiene que estar al momento. No quiere decir que estés haciendo teatro o espectáculo. Es una actitud de “Estoy sintiendo esto”.  Y eso los maestros lo tendrían que enseñar y no lo enseñan. Tendrían que decir: “Cuando usted pone los pies ante una mujer debe sentir que es un milonguero auténtico, y creérselo. Puede ser elegante, chulo… depende… pero sea alguien. Porque va a coger diferente a la chica cuando tenga ya esta actitud”. Yo le preguntaría al profesor: “Y usted, cuando baila de cara al público, ¿Qué actitud tiene?¿Verdad que tiene una actitud? Pues enseñe eso, porque la gente está mostrándose delante de otras personas”…

P- Lo que sucede es que hemos tenido el problema de que muchos profesores no te enseñan realmente… ¿por qué no te corrigen y te explican cómo son los movimientos o la técnica…?

L- Ahora te están corrigiendo y tú te preguntas: “¿Por qué no te lo dijeron otros profesores anteriores que has tenido?”

- Ya que citáis ese tema, me gustaría saber qué es lo que os anima a continuar aprendiendo y qué es lo que consideráis que aún os falta por aprender, porque sois una de esas parejas que sigue asistiendo a clases y que ha tomado cursos con diferentes profesores…

P- En el tango nunca se deja de aprender. Pasa un poco como con el científico o el médico, que nunca pueden dejar de estudiar. Una cosa es que la gente vea el tango como afición, como un entretenimiento o un pretexto para relacionarse y otra cosa es que descubras el tango como un sentimiento. Si lo descubres así no te queda otra que mejorar. Tienes que hacer clases para subir cada vez más de nivel. Nosotros hemos tenido que aprender cosas que luego hemos tenido que descartar. Porque al principio no sabes qué tipo de profesor va contigo y no entiendes la dinámica que te proponen.

L- En realidad el tango es nuestra vida. El día que nos pase algo a alguno de los dos será otra cosa. Se nos ha metido el baile dentro. Yo digo que el tango es un amante entregado y dispuesto. Si el tango que bailan los bailarines no es satisfactorio, no es culpa del tango, la culpa es de los bailarines. Con respecto a las clases, ahora tenemos ventaja. Ya sabemos con quién no tenemos que tomar clases. Ya no nos engañan más. Ahora asistimos a clases con buenos profesores: Antonia Barrera y Jorge Pahl, Norma Depaola y Giovanni Corral… ésos sí que te enseñan.

- Y la cuestión de aprender milonga, Luna, ¿cómo surgió?

L- Bueno, fue porque a mí me encantaría saber conducir en el tango y en la milonga, pero como tengo mucho trabajo con mi rol de seguidora no dispongo de suficiente tiempo ni dinero para recibir clases. Así que empecé por mi cuenta a practicar con mi prima escuchando la música. Tengo mis propios pasos, aunque algunos sí que son los propios de la milonga.

P- Tiene un estilo muy suyo cuando baila la milonga. Yo la animo y a veces le aconsejo que pruebe éste o aquel paso…

L- Pero yo quiero ir despacio, no empezando la casa por el tejado haciendo figuras… Prefiero bailar como yo sienta la milonga. Si hay algo que hago y me gusta lo repito cuando puedo. Entonces busco la manera de funcionar y que la chica me entienda. Yo trabajo el rol de “leader” como mujer. Traduzco lo que el hombre tendría que hacer.

- Eso es en parte una ventaja, porque puedes empatizar con los dos roles…

L- Lo que tiene de bueno mi estilo demilonga es que las chicas se lo pasan bien, lo sé porque me lo han dicho. Yo intento hacer las cosas que muchos hombres no hacen, por ejemplo, si no sale un paso, yo no obligo a la chica a que lo haga, me adapto a ella y luego retomo cuando puedo mi papel de conductora. Y lo que hago además en estos casos es potenciar esa marca yo la próxima vez para que me entienda mejor. Eso me viene de mi experiencia como mujer que sigue. Me da la gana de decir que yo hago lo que no hacen muchos hombres que llevan tiempo y que saben más que yo, pero en eso les supero.

- ¿En qué sentido?

L- Porque quién dice que en la milonga todos tenemos que hacer los mismos pasos… pues no, ¿por qué no inventas? Si la chica me sigue de eso se trata. Yo no quiero encasillarme en el tango de los chicos. Yo considero que como mujer conductora no tengo que ser como un hombre, debería buscar otro tipo de tango. Tendría que ser una mujer bailando con una mujer.

P- ¡Vamos, ser una Chechu…!

-¿Quién es la Chechu?

L- Una chica hippie que bailaba de chico y de chica. Fue muy criticada porque rompía todos los esquemas. Como conductora era una mujer maravillosa. Te marcaba algo y si hacías alguna cosa que no te había marcado ella se adaptaba a ti y luego retomaba el mando. Y eso es lo que quiero hacer yo con mi baile.

- Se trataría entonces de un baile donde lo primordial es el diálogo…

L- Yo muchas veces, cuando no marco bien algo y la chica me sale por otra parte la sigo.

P- ¡Ah! Pero conmigo no…

L- No, contigo no…

P- Yo le marco una cosa y ella me hace lo que sea…

L- Tú me marcas a veces y yo no te entiendo… Pero tampoco me gusta la teoría de “yo marco una cosa y el otro hace lo que quiere porque sí.”

- ¿Cuáles eran sus ídolos o referentes cuando comenzaban?

P- Para mí fueron un referente Osvaldo y Graciela, de la Yumba. Aunque también me gustan mucho Osvaldo Zotto y  Carlos Gavito. Yo hice clases con Osvaldo Zotto cuando estuvo en Barcelona. Tiene ese caminar felino que me encanta… Vino a dar clases en Sitges, en el Maremagnum, en la Casa Murcia, con Osvaldo y Graciela…

L- A mí me encanta Alejandra Martiñán y también Mariana Montes. Son una maravilla…

- Vayamos ahora a los códigos en las milongas ¿Creen que hay que mantener alguno o es mejor dejarlos de lado y adaptarnos a otros tiempos?

P- Yo creo que hay que tener un respeto con los que bailan, con los compañeros de la pista. No concibo que alguien empiece a marcarle a una mujer veinte voleos, que le levante la pierna y que se lleve por delante a todos los que hay alrededor… En cuanto al cabeceo, yo pienso que es casi vago, porque a mí me han enseñado que cuando vas a sacar a una mujer, por educación, te tienes que acercar a ella y preguntarle “¿Quieres bailar?” Y si es NO, pues, bueno “Gracias” y no te tienes que marchar gruñendo o enfadado. Un cabeceo… como no tengas la vista de lince… no lo ves… ¿Tú llevas gafas? ( contesto: lentillas) Pues quítatelas y verás la gracia que te va a hacer cuando no sepas si el tipo se dirige a ti, a ésta o a aquélla…

L- A mí me gusta más que el caballero vaya a la mesa a sacarme. Y que después del baile me acompañe hasta la mesa.
Hay una cosa que sí que me gustaría mucho que se consiguiera, aunque parece imposible y es que en las milongas la gente no hablase tan fuerte.

P- Esa es otra, o que se te queden unos tipos hablando al principio de cada tango en la pista y que no haya manera de que arranquen… eso me cabrea mucho “¡Hombre, para ya de hablar  y baila…!” Yo estoy atrás con la mujer y tengo que empezar a hacerle giros y más giros y el tío venga hablar, dale y dale… ¿no se da cuenta de que molesta?

L- No sólo eso. A mí me gustaría que en las mesas se hablase flojito, como en una iglesia. Yo considero que la milonga no es un bar para ir a hablar.

P- Yo lo que no llego a entender tampoco es lo de Argentina, que llegues con tu mujer y que la mujer tenga que irse a un lado de la pista y tú a otro...

L- Ésos son los que están bailando con todo el mundo. Tiene una explicación, las parejas que quieren bailar juntas van a la misma mesa y entonces nadie saca a aquella mujer. Y las parejas a las que les gusta bailar con otras personas se separan en la milonga, y así la mujer también puede bailar con otros hombres.

P- Pues no sé, chata, si tú me dices que te vas a Argentina en ese plan, yo te propongo también que regreses en otro avión...

A mí hay otra cosa que también me molesta: esos hombres que entran en pantalón corto y chancletas. Yo considero que estamos en un lugar donde tiene que haber  un respeto.

L- Sí, yo no entiendo cómo algunas chicas no se arreglan para ir a la milonga, porque es como un actor cuando sale al escenario y se maquilla.


- Vuestro caso en este sentido yo creo que es especial, porque sois muy detallistas en el vestir, siempre vais conjuntados y muy elegantes...

L- Bueno... eso es desde que Paco está conmigo...

P- ¡Anda, mujer, no exageres! Es que la vida de un soltero es diferente a la vida de un hombre cuando tiene pareja...

L- Ahora le preparo lo que se tiene que poner... y ahí sí que ha habido un cambio. A veces vamos a un recado y pasamos por delante de la milonga, Entonces Paco me dice: “Vamos a entrar” y yo le digo “¡No, ni loca...!¡con estas pintas...! Vamos primero a cambiarnos”. Incluso tengo una ropa elegante pero menos arreglada para cuando vamos a las clases. Vas a bailar a una milonga, no vas a la montaña...

- Centrémonos en las milongas de Barcelona ¿Cómo eran cuando empezasteis?¿Cuáles había?

P- Estaba la “Milonga maldita” de Claudio Frost y Yanina, en la Plaça del Pi, en el piso superior de las Galerías Maldá…
Otro lugar era “Tinta roja”, que aún está, en el Paralelo… Es una preciosidad de lugar, pero la música que suena allí no se puede bailar.
También recuerdo que Diana Morris montó una milonga en la calle del Liceu, se llamaba “El Entresol”. Era un bar pequeñito, familiar... y cuando terminábamos las clases bajábamos al sótano y escuchábamos la música de un chico argentino que traía su guitarra y nos tomábamos unes tapas mientras lo escuchábamos. Era más familiar... ahora eso ya no se da.

L- Pero eso depende del tipo de milonga, porque entonces las más grandes tampoco  permitían ese trato tan familiar que comentas.

- ¿Había ofertas de milonga para cada día de la semana?

P- No, y además, había una cosa muy importante: se respetaban unos a otros los días de milonga. El que tenía el lunes nadie le tocaba el lunes. Ahora eso ha cambiado, si en un día hay cuatro milongas no pasa nada. Es la oferta y la demanda.

- Pero es que aumentan las milongas y faltan días...

P- ¿Sabes lo que ocurre? Que la final se hunden entre ellos, porque el número de milongueros no ha aumentado casi. Hay muy pocos profesores que estén captando alumnos de iniciación y muchos que se dedican al nivel Intermedio y Avanzado. Uno de los pocos que se están moviendo en este sentido con cierto éxito  es Osvaldo y Graciela. Captan gente nueva y algunos se quedan. Lo que no es normal es que haya cuatro milongas en una sola noche... si somos unos doscientos milongueros... y entre semana por lo menos cien están trabajando... así no salen las cuentas.

- ¿Podríais recordarnos alguna figura imprescindible del tango en nuestra Ciudad?

P- Osvaldo y Graciela incuestionablemente. Es una pareja que ha hecho escuela en Barcelona. Ellos empezaron haciendo clases en diferentes lugares que alquilaban, por ejemplo en el teatro “El Llantiol,” que era un lugar precioso situado en el Raval. Luego montaron su propio espacio de baile con esfuerzo y sacrificio. Todo lo hicieron ellos. Así que como personajes en Barcelona hay que reconocerles ese esfuerzo y esa labor, así como el hecho de que estén captando gente nueva para el tango.

- Ya que citas esa nueva comunidad tanguera... teniendo en cuenta vuestra experiencia ¿qué le aconsejaríais a los nuevos alumnos que empiezan?

L- Que sientan el tango. Cuando una persona baila poniendo el corazón y sentimiento el paso está mejor hecho y sale más bonito. Yo les aconsejo que pongan actitud, porque cuando uno no pone actitud el paso es tímido, neutro y todo lo que bailas es igual.

- ¿Y en cuanto a las dificultades concretas que se vayan a encontrar en este baile...?

L- ¡Uy! Se van a encontrar un montón... Yo les diría que tengan paciencia, que crean en ellos y que se crean Buenos bailarines tangueros en todo momento.  Cuando tiene fe en uno mismo todo acaba saliendo.
Yo también les recomendaría a los chicos que escuchasen y siguiesen a veces a la chica, eso también es importante en el baile.

-  Me gustaría finalizar esta entrevista con una curiosidad: ¿Cómo veis vosotros el futuro del tango en vuestra vida y en esta ciudad?

L- Yo me imagino bailando muchos años, menor cantidad, pero bailando. Y el tango seguirá para adelante aquí, porque Barcelona, por más que se diga, tiene buen nivel de tango y es un lugar activo que cuenta con mucha oferta de milongas y clases.

P- Si llegamos hasta los 100 años allí estaremos bailando y recibiendo clases, porque siempre quedan muchas cosas por aprender.


Foto: Júlia Peralta

martes, 18 de agosto de 2015

ENTREVISTA A JUAN IGNACIO ARIAS


Quiso la suerte que naciera y aún estoy aquí, milongueando cuando la ocasión lo requiere y soltando algún verso poco inspirado para que la muchachada no me eche en el saco de las patatas tristes, semipasadas, brotadas, oliendo a pasados...”

Foto cedida por gentileza de Juan Ignacio Arias

      Así se define Juan Ignacio Arias, entre los muchos otros intentos poéticos e interpretativos en los que también se le podría encontrar. No es en absoluto el tipo adecuado para caer en el saco de las patatas tristes, salvo que sea, puntualmente, para tomarse la experiencia con humor. Inconformista, sensible, profundo, auténtico… de estilo propio en todo lo que hace. Lleva 18 años frecuentando las milongas, a veces como bailarín, y otras como Lusiardo, ese personaje con bata que observa sigilosamente sentado todo lo que acontece en las pistas de baile. Enfundado en la armadura de su traje, cuidando hasta el último detalle, muestra sin exhibición su elegancia natural: a veces en forma de saludo, otras respetando los tiempos y el baile de alguna mujer, otras milongueando con emoción, otras poéticamente imaginando un mundo mejor. Gran milonguero y compañero de baile, aunque él modestamente rechace las etiquetas, en cualquier pista de baile enseguida se le distinguirá. Juan es sencillamente Juan.

P-Quisiera comenzar esta entrevista con una letra tuya que me ha llamado especialmente la atención. En el estribillo dices: “Tengo que dejar de milonguear, aunque sea dos veces por semana, voy siempre cansado de trabajar, y me parecen raras las mañanas (…)" Es una sensación que muchos milongueros hemos sentido alguna vez…

JUAN (J):  Yo creo que todos hemos pasado por esa fase de querer asistir a todas las milongas todos los días casi con desesperación. Son fases que uno atraviesa en el baile. Hay gente que se queda en esa cuestión y otros que no.
Ahora estoy bailando dos o tres veces por semana, pero he tenido temporadas en que iba a trabajar y dormía dos o tres horas, aunque no eran todos los días seguidos. Recuerdo viejos milongueros que me decían que empezaban a bailar el viernes y seguían de caravana cuatro días seguidos. Hay también por ahí mucha fábula sobre los viejos milongueros que lo resistían todo…

- La parodia se hace más evidente cuando en un momento de la canción das a entender que tienes que dejar de trabajar para asistir a las milongas, eso tiene su gracia… aunque se entrevé al mismo tiempo quizá una adicción.

J: Hay gente que se mantiene en esa tesitura y que piensa que toda la vida es tango cuando, en realidad, hay tantas cosas de las que disfrutar… Es como si para algunos el tango fuese una salvación o una puerta de escape que los saca de  la vida cotidiana. No es mi caso. En casa nunca escucho tango. Mientras trabajo escucho otros tipos de música.  Todo el rato con  lo mismo me aburriría.

- Aun así, tu cara cuando bailas resulta tremendamente expresiva y de transformación absoluta ¿Qué pasa por el interior de Juan Arias, cuando el baile dispara el botón ON?

J: No es algo consciente… son expresiones naturales… para mí el baile es una cuestión de gozo, de divertimento más que nada. Recuerdo que mis primeros maestros me decían que, cuando uno entraba a bailar, podía ser el peor bailarín del mundo, pero tenía que imaginarse como el mejor milonguero para proyectar eso a los que lo estuvieran viendo. Pensarte el mejor te hace sentir poderoso, fuerte en la pista. Es una cuestión de actitud que vale para otros ámbitos también.

- Tu estilo de bailar es muy propio: es una mezcla rara de elegancia, de milonguero tradicional y sensitivo con un toque bufonesco... Me gustaría saber cómo percibes tú tu baile.

J: El hecho mismo de estar bien vestido en la milonga es algo muy milonguero. Enrique Vila, un gran bailarín de Rosario que me impactó mucho decía que, por más que hubiese 35ºC en una pista, uno no se podía sacar la chaqueta nunca, porque era el distintivo del milonguero.
El tango me dio la posibilidad de engalanarme para ir a la milonga. Durante un tiempo no tuve motivos para vestir bien. Es como un ritual tanguero. Me gusta. Me siento armado con el traje.
Por otro lado, cuando uno baila de una determinada manera, es inevitable que se le escape su historia personal. Y la mía en el baile empieza con Michael Jackson, el Rock y el Break Dance. De ahí vienen muchos movimientos quebrados en mi baile, que traté de abandonar, pero que me persiguen.

- Pues incluso con esas influencias externas, yo pondría la mano en el fuego de que más de uno te votaría como prototipo de Gran milonguero... ¿Te reconocerías en esta denominación?

J: Bueno… en según que caso sí y en según que casos no… digamos que me considero milonguero, no sé si gran milonguero, pero sí un tipo de milonga. Si tuviese que regirme por algunos códigos estrictos, estaría más bien alejado de esa etiqueta. En Rosario, por ejemplo, nunca fuimos de “cabecear”, así que a veces cabeceo y otras saco directamente a la mujer a bailar. Hay algunos códigos que me parecen caducos, como por ejemplo el hecho de que los buenos milongueros tengan que ir siempre por el costado y los principiantes por el medio, es como si sólo hubiese dos carriles cuando en realidad hay muchos. Y que no se deba cantar el tango cuando uno baila. Siempre que sea al oído y afinado ¿por qué no?

- Con motivo de la presentación de tu grupo musical “Cardiotango Melancolic Band” escribiste: "Hace un tiempo el maestro Zappa se preguntaba: ‘¿Existe el humor en la música?’. La “Cardiotango” pregunta: ‘¿Existe el humor en el tango?" Ahora que hemos descubierto que sí, porque tú lo practicas frecuentemente en tus proyectos, nos gustaría saber cómo conjugas el humor con ese sentimiento triste tan particular que hay los tangos.

J: Depende de la época, el tango tuvo una carga u otra. Nosotros conocimos del tango esa veta nostálgica de la tragedia de vivir, del desengaño… son cosas que el tango en sus orígenes no tenía. A Borges le gustaba ese tango de los inicios, ése que además de ser violín, flauta y guitarra era un tango valeroso y alegre. Luego, a medida que el tango se fue desarrollando, fue cargándose de dramas. Era ese tipo de tango del que cualquier pibe joven decía “¡Esto es un rollo. No me gusta nada!” básicamente porque no teníamos tampoco la experiencia de vida para apreciarlo.

- Yo noto en ti una mezcla de humor con una reflexión más profunda en todo lo que planteas…

J: Sí… vendría a ser como las dos caras de una misma moneda, aunque considero que en mi caso tiende a prevalecer la vena humorística. Digamos que lo que tiene el tango es que está muy surcado de humor negro. Ahora mismo, en Buenos Aires, hay algunos cantautores que ven esa raíz cómica en ese trasfondo trágico. Lucio Arce, por ejemplo, hace humor con pequeñas tragedias personales y cotidianas,  aunque empezó Melingo… es una forma de afrontar la tragedia y que caiga mejor. La sociedad Argentina siempre está abocada a la catástrofe y encima los argentinos pensamos que somos el centro del mundo, cuando en realidad somos como los demás. Es una cuestión cultural. Teníamos el típico saludo que decía “¿Cómo estás? – Mal, pero acostumbrado”. Era pesimista, pero por lo menos humorístico…

- Hace ya tiempo que vienes contemplando estos dos sentimientos aparentemente contradictorios. En octubre de 2007  decides crear el blog "La bata de Lusiardo" que tú mismo defines como “EL UNICO BLOG HUMORISTICO SOBRE LA MILONGA, CON SITUACIONES Y PAYASOS INVENTADOS Y OTROS IMPORTADOS DIRECTAMENTE DE LAS MILONGAS.” Me gustaría que nos explicases el título de este blog y a raíz de qué necesidad personal surge esta iniciativa.

J: Lo del blog fue más bien por el hecho de que, desde hacía algún tiempo, me había embarcado en proyectos literarios que nunca llegaba a finalizar. Entonces, cuando apareció la posibilidad a nivel tecnológico de hacer algo en un blog, mucho más ligero, portable y fácil, encontré la forma idónea de canalizar esa frustración y de dar a conocer mis escritos de manera más directa.

- El personaje que aparece en el título supongo que es Tito Lusiardo...

J: Así es… Escogí como referente a Tito Lusiardo porque además de ser un gran bailarín, era el compañero de Carlos Gardel. Siempre aparecía en las películas con él. Estaba en segundo plano, pero era el que se enteraba de todo. Lusiardo era el que veía todas las jugadas.

- ¿Y de dónde surge la bata…?

J: Tiene que ver con el hecho de imaginarme a Lusiardo en casa. Él está sentado en el sofá con la bata, con los pies encima de un escabel y está mirando lo que pasa en la milonga, como si fuese un espectador.

- ¿Consideras que la vía del humor es la más eficiente para tratar los grandes temas o  aquéllos que pueden generar controversias?

J: Quizá es la menos discutida. La que te permite tratar los grandes dilemas de la humanidad y sus miserias y flaquezas sin herir demasiado al que se siente reflejado. Y darle materia para una reflexión más profunda.

- Reírse tanto del tango debe de haber molestado en parte a los que se toman el baile como algo sagrado… ¿cuál ha sido la reacción a tu propuesta?

J:   Hasta el momento no he recibido amenazas de muerte, ni malas caras, ni comentarios malos. Yo mismo inserto algunos comentarios en contra y humorísticos, para que se vea que uno debe permitirse caer en el ridículo y situarse en su ínfimo lugar en el mundo.

- ¿Hay alguna cosa en el tango que no te inspira humor sino que más bien te incita a llorar?

J: Cuando bailo incluso me da por cambiarle la letra a algunos tangos, pero hay algunos que son tan serios que no los cambio nunca. Por ejemplo tangos terribles de Discépolo o Gardel con los cuales no se puede hacer ningún tipo de humor.  Esas letras que hablan de decadencia de gente o de tiempos pasados, del “dolor de ya no ser” no dan para hacer humor… hay tangos que incluso bailamos sin saber su historia o sin detenernos en las letras.
Por lo general yo nunca hago humor de los tangos en sí, sino de las actitudes de algunos y de lo que veo en determinados personajes que, por demasiado serios, caen en el ridículo. El tango genera situaciones que se meten a veces directamente en el humor. Siempre es un disparador de cosas: escuchar algún comentario en las milongas que me parece gracioso y lo que se desprende a partir de él. Le preguntaban a Woody Allen si todo lo que había en sus películas era lo que le había pasado. Y el decía “No, es lo que inició la historia y todo lo que me imaginé después.”

- En tu humor siempre queda un poso amargo, uno se ríe, pero luego se queda con un nudo en el estómago, quizá porque tocas temas sensibles que afectan a todo ser humano…¿Tú cómo lo percibes?

J: Sí, cuando uno escribe también se pone en el lugar de los otros, por ahí lo que uno está escribiendo tiene que ver con la historia de otra persona, una historia bastante trágica… Uno se pone como espectador, se para a un costado y lo ve con cierto humorismo y cinismo. Pero a la vez, tiene que ver con los temas universales de la Literatura que son tres o cuatro: la traición, el amor, la incomprensión, la soledad, el paso del tiempo… y el tango está hecho de eso. Más allá de que uno intente hacerlo con humor, ese poso de tragedia está ahí.
Todos buscamos algo, en el tango o fuera de él, sea el cariño, sea la aceptación… y muchas veces eso no sucede. Entonces queda ese poso ahí, como un sabor amargo. De hecho, no hay jubilación de milongueros. He conocido a viejos milongueros a los que se les pasó su tiempo y los tipos de la nueva generación no sabían quiénes eran y no los respetaban. Esa era su tragedia y su fuerza, porque se resistían a dejar de bailar, aun sabiendo que no podían. Y ese tema del paso del tiempo está contemplado en los escritos también, en ese momento alegre que un día se va y se desvanece.

- Me gustaría ir ahora al Juan cronista de las milongas. En tu escrito LUCHA LIBRE EN LA MILONGA DEL ORIENTAL planteas en forma de parodia el caos que se genera en las pistas de baile. Escribes: Riquelme ha aunado sus dos pasiones, el tango y la lucha libre y ha montado un espectáculo de Catch: "Titanes de la milonga", con luchadores y pesos pesados del tango que se hacen tomas inverosímiles como El triple sanguchito de Plutón o  El gancho Jorilastico por citar algunas tomas que escapan a cualquier clasificación". ¿Puedes comentarnos algunos pecados veniales o mortales que se cometen en las pistas de Barcelona?

J: Creo que  hay mucha gente que no va a bailar, que quiere mostrar y mostrarse sin llegar a disfrutar. Eso es para mí algo terrible. Y el hecho mismo de que muchos también hagan una especie de marca demasiado fuerte en la compañera para demostrar que saben mucho y le impidan disfrutar del baile… o que no le den a ella tampoco el respiro ni la pausa que necesita para bailar… Otro pecado mortal es el hecho de ser un pesado de la milonga o creerte irresistible en el baile y en la vida, ¿viste? Hay mucha gente que piensa que porque baila medianamente bien puede enamorar casi a la compañera/o, y  por ahí, el que baila con uno sólo quiere bailar, sacarse de encima un día horrible. Eso lo hace caer en el ridículo.. Esto es una premisa que tiene que ver también con lo que yo escribo: uno siempre va a ser payaso para alguien, siempre.  Y criticar a otros sin tener en cuenta esta premisa es un poco triste. Pero no es algo específico de aquí. En todos lados hay grandes bailarines, criticones,  principiantes, payasos y  estrellas.

Foto: Claudia Schmidt


- En otro escrito, "MANUAL DE PASOS UTILES PARA PRINCIPIANTES", te ríes de algunas estrategias pedagógicas para aprender tango y de la actitud de quienes recurren a estas propuestas: “estos engendros (Manuales de Pasos) se venden como sistemas de enseñanza provocando que se desvirtúe una disciplina tan compleja como es el tango. Incapaz de entender el manual, Sandrino no hizo ningún esfuerzo consciente por meterse de lleno en el universo de la verdadera milonga, que se reparte por casi todo el globo, limitándose a mezclar pasos y figuras como  hace con sus baratos perfumes y con sus lamentables libros". ¿Crees que hay muchos ‘Sandrinos’ sueltos por las academias y milongas de Barcelona?

 J: Hay algunos. La mayoría de gente que trabaja en el tango son profesionales y saben lo que hacen, pero hay muchos que convierten el tango en su modo de vida y, teniendo muy poco tiempo de baile, se ponen a enseñar cuando no tienen ningún tipo de calidad ni de pedagogía. Mucha gente, por ignorancia, dice: “Yo voy a enseñar tango argentino en Europa” sin saber que por aquí pasan los mejores profesionales que llevan mucho tiempo bailando. De ésos hay bastantes, lamentablemente. Es una pena. Y también hay mucha gente que, en vez de preocuparse por la técnica y por enseñar a sentir la música o a caminar en el compás, se dedica a pasar figuras y a hacer pasos.

- A mi entender, el Juan escritor combina el humor, pero de tanto en tanto le sale la vena más profunda y existencial,  una especie de visión idealista, quijotesca... desde esta segunda perspectiva ¿qué te gustaría cambiar del tango en nuestro contexto local…?

J: A mí me gustaría que hubiese mucha más gente bailando. Que fuera mucho más grande el ambiente, que pudiéramos darnos el lujo de que fuera más rico. Barcelona se alimenta mucho de la gente que va y viene, pero en sí, el núcleo que baila es más o menos el mismo. Parece que tiene que ver también con una cuestión de facciones, si bien el tango en la ciudad no es tan desunido como en otros lugares que he visitado, sí que hay algunas fricciones y tiranteces. Si el ambiente fuera más cohesionado, me parece a mí que habría más gente bailando. Más que esa cuestión de pertenencia sería hermoso el orgullo de decir “Nosotros bailamos tango en Barcelona y somos todos”. Eso estaría mejor. Sería mucho más lindo. Y también me gustaría que pudiésemos escuchar más en las pistas a (Astor) Piazzolla, en vez de ir a una milonga de tanto en tanto de Tango Nuevo. Eso es lo que me gustaría a mí, que empezáramos a permitirnos experimentar con otras cosas, más allá del milonguero tradicional.

- Además de tu blog y de haber participado puntualmente en algunos espectáculos, recientemente has creado con otros dos compañeros el grupo de música “CardioTango Melancolic Band. Este proyecto sigue en parte la dinámica de parodia que ya se entrevé en tus escritos. Y recuerda un poco a las propuestas del absurdo del grupo DADA, también por el juego con las letras...  ¿Es porque estamos también en una nueva época social absurda...?

J: Lo que sucede es que todas las épocas han sido absurdas. La existencia misma se ha transformado en algo absurdo por determinadas cuestiones de tener o no tener cuando antes sólo era cuestión de vivir y sobrevivir, no había otra cosa. Ahora hay tantas comodidades, tantas ofertas de ocio… que para unos la preocupación es sobrevivir y para otros la preocupación es cómo pasárselo bien de la mejor manera posible. La existencia  se ha transformado en algo que muchas veces no tiene sentido porque no se aprecia. Parece absurdo que lo que antes era una cuestión de “vivir” se haya transformado en una cuestión de “tener”. Y nuestra sociedad actual tiene que ver con esto. De todas formas, en la CardioTango hay líneas diferentes a nivel espectáculo… Por un lado, están los temas que son cómicos y que tienen que ver con esos tangos que cantaba Rivero… Por otro lado, están las pequeñas viñetas o aguafuertes humorísticos que intercalo con algún recitado poético con  acompa-ñamiento.  Y por último, tenemos los tangos que son y suenan cuadraditos para bailar. Tratamos de aunar todo eso.

- En una de las canciones que interpretáis dices "Procuro olvidarte y llega Pugliese y entonces comprendo que te necesito"... Pobrecito (Osvaldo) Pugliese… aquí aparece como ese personaje tentador que no te deja desvincularte del tango… ¿Por qué le has otorgado a Pugliese ese rol?

J: Pugliese es para mí el referente de lo más emocional, incluso cuando en el tango uno quiere tener una historia con una chica va a ver si la puede sacar en el Pugliese. Es evidente que nuestro tema, más allá de la letra original que es muy antigua, habla de un hombre que ha perdido a la chica que amaba. Se separaron, y él va al tango tratando de buscar otros amores y de pasarlo bien, pero siente la pérdida porque quizá empezó la historia de amor con Pugliese y el tipo lo escucha en la milonga y luego se va caminando solo a casa sintiéndose vacío.

- Pues a mí me ha dado ahora por pensar que un buen tema para tus letras sería el encuentro con Discépolo… ¿Qué estrategia utilizarías para cambiarle el humor a este señor tan desengañado del mundo y de los hombres?

J: ¡Ufff! No sé… casi todas las letras de él tienen que ver con una tristeza terrible en las que cada tanto aflora el humor… con ese tipo de personajes uno sólo podría sentarse a escucharlo y disfrutar del momento. Con los grandes poetas y con los grandes artistas creo que no se podría meter ningún tipo de baza, solamente disfrutarlos. Supongo yo que en el trato normal sería un hombre como todos, que ese desencanto de vivir lo decantaba hacia el arte. Hay gente con la que uno querría ir a tomarse una cerveza amistosamente, escritores o cantores con los que uno se sentiría como amigo, sin haberlos conocido. No me pasa con Discépolo. Y sí con Castillo.

- He notado también que hay una tendencia en tus propuestas a parodiar y homenajear a grandes figuras del tango. Por ejemplo en aquella actuación donde apareciste con Yanina Marini, representando a Gardel y ella a Tita Merello. ¿Cuál es el director de orquesta o el bailarín al que te gustaría parodiar ahora? Uno para vengarte y otro para homenajearlo.

J: Actualmente Yanina y yo estamos trabajando en nuevas minutas. Pero están aún por concretar. Personalmente, me gustaría homenajear a Tito Lusiardo y a Alberto Castillo.
En cuanto a la cuestión de la parodia, yo creo los Estravaganza tango de Berlín, podrían ser un buen ejemplo…

- Después de tantas parodias que viven otros personajes, nos queda recurrir a las tuyas, ¿Cuál es la situación más cómica que te ha pasado a ti en todos estos años que llevas milongueando…?

J: ¿La situación más cómica…? yo creo que la más cómica de todas siempre ha sido la de mi primera milonga, pero es una tragedia. Era una milonga donde vi milongueros de verdad que iban a bailar. Caí en esa milonga y me di cuenta  de que el tango era otra cosa, no lo que me estaban enseñando. El tango era más profundo. No era mover sólo los pies sino todo el cuerpo. Cuando empecé a sentir el sudor frío de no saber para dónde ir, que los pies no me respondían y que aparte el abrazo no me servía para nada, estaba como petrificado en la ronda y todos me miraban. Eso era cómico, pero era terrible. Nunca me caí. Hay gente que también se ha caído bailando… La que bailaba conmigo me decía “Marcame algo, marcame algo…” Y yo pretendía que la marca fuera con la mano… cuando es la intención del cuerpo lo que marca más que nada.

- ¿Y la situación más “melancolical”…?

J: Una vez fui a una milonga domiciliaria con una chica. Habíamos estado saliendo un tiempito y me acuerdo que ella, como a las cinco de la madrugada, se fue con otro y me resultó una situación triste, de estar solo en la milonga. Y volverme a casa con el sol bastante alto.
Más que mías, recuerdo situaciones melancólicas que me han provocado otros. Por ejemplo un hombre que empezó a bailar conmigo. Era un gran milonguero, pero había formado pareja en el tango y luego se separaron. No lo pudo encajar bien. Se volvió completamente diferente, hecho una ruina,  hasta para bailar… Y la gente que no lo conocía decía “Este payaso borracho”. El tipo estaba incluso dando lástima y siendo muy pesado en el baile para la gente que no lo conocía. Creo que no se recuperó todavía. Sigue estando ahí. Coincidí con él en Rosario. Lo saludé, vine a sentarme con él, y me dijo “Yo vengo aquí a la milonga porque hacen unas empanadas bárbaras”. Iba a la milonga a comer empanadas y a no estar solo. Y en esa misma milonga apareció otro de los grandes milongueros que casi no bailó. Una chica joven le dijo que no. Ella no sabía quién era aquel gran bailarín y el hecho mismo de volver él hasta la mesa tras el rechazo eso me causó mucha melancolía. Y también el caso de chicas que habían bailado mucho, pero ya no las sacaban. Y me decían “Yo no voy más, ¿para qué… para sufrir?”

- Aprovechando este retrato realista que nos explicas, me gustaría retomar al escritor profundo. Encontré entre las diferentes reflexiones que has dedicado al tango ésta que me ha llamado especialmente la atención y con la que desearía acabar esta entrevista. Dices:  

“Entonces, un día, quizá a los 26 o 27 años luego de comprender que lo que ocurría era la vida, pero la vida real y no la que cuentan los libros uno descubrió que el tango no solo eran “grandes Valores”, sino otra cosa, algo mas profundo y misterioso...“

¿Qué es para ti en estos momentos de tu vida eso tan profundo y misterioso que aún tiene el tango?

J: Cuando uno se acerca al tango es como algo mágico. He tenido épocas en que sólo era el tango, no lo podía compatibilizar con otras cosas mías. Creo que ahora es más equilibrado. Es una cuestión más de encuentro, porque ahora conozco mucha gente en el baile. Ahora disfruto de otra manera, como si el tango fuese una cuestión de algo que te es propio y uno forma parte de eso. Siempre queda algo de misterio, porque uno nunca sabe lo que puede llegar a suceder en una noche. Es el momento… Antes el tango era misterioso por lo desconocido, ahora es mágico porque no sabes qué va a pasar mientras estás bailando. Capaz que en un momento ves una pareja bailando y te maravillan, capaz que escuchas un tango en guitarra y te fascina… no sucede siempre, pero a veces sí, nunca se sabe… El tango forma una parte importante de mi vida. Supongo que bailaré bastante, estaré por ahí en las milongas… y de vez en cuando me seguiré sorprendiendo o fascinando.